El salto cercano al 15 por ciento que experimentaron las importaciones colombianas en junio, volvió a dejar en claro que son otros los vientos que corren por el comercio exterior de Colombia. Y es que mientras las compras aceleran su ritmo, las exportaciones van de capa caída, algo que no pasará inadvertido por los analistas.
Debido a esa circunstancia, el cambio de signo en la balanza comercial es notorio. Así, de un superávit de 1.812 millones de dólares en el primer semestre del 2013, pasamos a un déficit de 1.189 millones este año, lo cual equivale a una diferencia de 3.000 millones de dólares entre un periodo y otro.
Sin duda, la variación más notoria tuvo lugar en el caso de Estados Unidos, en donde un saldo en negro de 2.297 millones pasó a ser uno en rojo de 1.959 millones. En otras palabras, la variación fue de 4.256 millones de dólares en contra, que seguramente serán usados por los críticos del TLC con ese país para reprochar sus resultados.
Pero más allá de ese debate, es imposible pasar por alto las sendas divergentes que hay en el sector externo. En lo que hace a las adquisiciones de productos, todas las categorías han crecido, lideradas por los combustibles. También lo han hecho los bienes agropecuarios y las manufacturas, aunque a un ritmo un poco menor.
Sin entrar a hablar sobre la composición de las importaciones, el asunto que preocupa a los economistas es el desbalance de las cuentas externas del país. En la medida en que hay un desequilibrio comercial y los ingresos correspondientes a inversión extranjera directa disminuyen, el faltante es financiado cada vez más por los recursos que llegan para compra de bonos públicos y otras opciones de portafolio. Y eso eleva los riesgos de una indeseable volatilidad.
Ricardo Ávila
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