No es usual que la renuncia del presidente de una compañía genere tanto movimiento en las redes sociales. Sin embargo, hay excepciones que vale la pena señalar como la de este lunes, cuando se anunció que Fabio Villegas Ramírez planea dejar su cargo en Avianca el próximo diciembre.
La razón es que pocos representantes del sector privado encarnan un caso de éxito similar. Cuando este economista de profesión llegó al cargo en el 2004, la suerte de la aerolínea era dudosa. De hecho, la compra que hizo el Grupo Sinergy de una empresa que se hallaba bajo protección legal de sus acreedores fue descrita como muy arriesgada.
En ese momento, la compañía movía cinco millones de pasajeros anualmente y tenía 39 aeronaves, con un promedio de edad de 12 años. Peor todavía era la mala percepción que tenían los usuarios del servicio ofrecido.
Ahora, la historia es muy diferente. Avianca es una de las empresas líderes de América Latina y constituye un caso de éxito.
Tras la fusión en el 2010 con la centroamericana Taca, se ha consolidado como una de las opciones preferidas de los viajeros de la región.
Las cifras son elocuentes: 26 millones de personas transportadas el año pasado y 181 aviones, de última generación. La facturación del 2014 ascendió a 4.700 millones de dólares, casi siete veces la de una década atrás.
Semejante salto es el resultado directo no solo de una gran visión del negocio, sino de una verdadera obsesión con la puntualidad y el servicio. En las encuestas que se hacen periódicamente, la firma que antes era vilipendiada, ahora ocupa lugares de privilegio entre las más admiradas. Y buena parte de ese mérito le corresponde a Villegas, quien como buen piloto que es, supo con profesionalismo llevar la nave a su destino.
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