Alejandro Char no deja de sorprender. Sus ejecutorias como administrador público han sido premiadas por los barranquilleros con el más alto nivel de popularidad y aceptación. A pesar de su juventud y de la experiencia limitada que tiene como político y en cargos oficiales, tiene una claridad sobre la eficiencia del Estado y sobre la asignación de recursos públicos escasos, que no poseen al más alto nivel del Gobierno Nacional, funcionarios con una larga trayectoria como servidores públicos.
En entrevista concedida el jueves pasado a Caracol, le preguntaron qué opina del aeropuerto que el Gobierno Nacional se ha empeñado en promover en un lugar más o menos equidistante entre Barranquilla y Cartagena para reemplazar a los dos aeropuertos de esas ciudades. El reiteró su oposición a la construcción de ese proyecto, en primer lugar, porque el aeropuerto de Barranquilla, que al parecer fue construido o terminado cuando el actual Presidente fue director de Aeronáutica Civil, opera con niveles muy bajos de utilización de capacidad.
Además, le dio cartilla al Gobierno Central sobre la forma de proteger los recursos públicos y la responsabilidad de los gobernantes, a nivel nacional y local, de no desperdiciarlos y menos emprender proyectos innecesarios cuando hay mejores oportunidades para invertir.
Estos criterios, que parecen elementales, no parecen afectar ni al alto Gobierno, ni al general Fredy Padilla, que apareció la semana pasada en primera página de El Universal de Cartagena, haciéndole propaganda al aeropuerto y declarando que es inaplazable. ¿Quién sabe qué es lo que ha llevado al presidente Uribe y al General a tomar partido de manera inusual en la promoción de un proyecto que no hace sentido en términos de eficiencia del gasto y de conveniencia regional? Char y la Alcadesa de Cartagena se han opuesto a la construcción de ese aeropuerto con buenas razones.
El de Barranquilla, tal como está, podría atender un tráfico muy superior al que tiene y acomodarse a las necesidades de la fuerza aérea, como lo hace el de Bogotá. Sí necesita modernizar sus equipos y construir nuevas vías de acceso u otros medios de transporte para comunicar al aeropuerto. Estas inversiones serían una fracción de las que requeriría el nuevo aeropuerto y probablemente tendrían más beneficios adicionales para la ciudad por su contribución a desembotellar el tráfico, y por la mayor utilización de los activos que posee la ciudad.
En el caso de Cartagena, la proximidad del aeropuerto a la ciudad es un privilegio para sus habitantes y visitantes, y uno de sus atractivos. En los grandes centros turísticos del Caribe la gente llega en avión a donde va, y no le toca emprender largos viajes por carretera para alcanzar su destino. Es cierto que un aeropuerto que afecta a la ciudad por los sobrevuelos tiene que ser mejor manejado para reducir el riesgo de accidentes, pero Cartagena no es la única ciudad del mundo con ese problema. Washington y Nueva York lo comparten, y el presidente Uribe ha ayudado para que el viejo aeropuerto de Medellín aumente su utilización acogiendo vuelos regionales y los de Satena, a pesar de que la topografía de la ciudad les pone a los pasajeros el pelo de punta cuando el avión va aterrizando.
Como este Gobierno ya está acabando, el próximo va a decidir qué hacer. Si es Mockus, hará lo que más convenga, y si es Juan Manuel, su programa dice que "el Buen Gobierno se plasmará en la transparencia y la pulcritud en el manejo de los recursos públicos".