En los últimos días, mucho se ha afirmado, escrito e incluso pontificado sobre el precio del petróleo, que desde mediados de junio ha caído más del 43 por ciento, hasta llegar al más bajo de los últimos cinco años: por debajo de los 64 dólares el barril Brent, de referencia europea; y de 60 dólares el WTI (West Texas Intermediate), de referencia estadounidense. Se ha sostenido que este bajón tiene que ver con la demanda decreciente del mineral fósil por parte de Estados Unidos, China y Europa, y la creciente oferta posibilitada por la producción por fracking. También se ha señalado el papel que ha desempeñado la Opep y la ausencia de consenso al interior de esta Organización para forzar un alza en el precio. Finalmente, se ha especulado sobre las consecuencias políticas desestabilizadoras que puede traer esta caída para América Latina, y sobre todo para Venezuela, que podría entrar en un default el próximo año.
Respecto de lo que se ha dicho, caben algunas precisiones. No es cierto que haya habido un decrecimiento drástico en la demanda de crudo en el 2014 ni que esa vaya a ser la situación en el 2015. Al contrario, la de este año ha sido más alta que en años anteriores (un promedio de 92 millones de barriles diarios) y se prevé que para el entrante ascienda a 93 millones de barriles (https://www.iea.org/oilmarketreport/omrpublic/). También es falso que las perspectivas de crecimiento económico en el mundo estén a la baja: la previsión de la Ocde para el 2015 es del 2,1 por ciento, las de China 7,2 por ciento e India 5,8 por ciento, la mayoría superiores a las del 2014 (excepto China, con 0,25 menos). Lo que sí es cierto es que la Opep estimaba anteriormente que tanto la demanda de crudo como el crecimiento, en particular de los países Ocde y de China, serían más altos.
A su vez, es correcto afirmar que la Opep ya no está funcionando como un cartel económico, dado que los países miembros carecen de la cohesión política necesaria para tomar decisiones como las que llevaron a la crisis de 1973. Mientras que en esta coyuntura las posiciones de Rusia, Venezuela e Irán propugnan por el alza del precio del petróleo, las de los países árabes, liderados por Arabia Saudita, buscan esperar a que el precio sea tan bajo que ya no sea sostenible para la industria del fracking. Esta última posición, que se encuentra en consonancia con los intereses de Washington, fue la que terminó primando al interior de la Organización.
Justamente, aquí es relevante ahondar en lo que no se ha hecho tanto énfasis. Los precios actuales del petróleo son consecuencia no de una caída de la demanda, sino de un aumento en la oferta del crudo jalonado principalmente por la política de seguridad energética que han promovido los países industrializados, en particular Estados Unidos, desde el segundo Gobierno de George W. Bush. Un efecto de dicha política ha consistido en que las existencias disponibles de crudo para dicho país superen en el 2014 los 1,5 millones de barriles, cuando en otros años estas eran deficitarias.
En esencia, dicha política securitiza la energía, buscando una disponibilidad ininterrumpida de las fuentes a la vez que un precio asequible, con el propósito de hacer menos vulnerable a los países a las importaciones, pero al mismo tiempo, en un juego de suma cero, haciendo menos fuertes a las economías que dependen de su exportación. El espectro de políticas promovido por dicha securitización va desde promover el consumo de energías renovables hasta la explotación a través de medios no convencionales e incluso cuestionables, en términos ambientales. Cabe decir que en el 2015 se seguirá produciendo un pulso entre los ambientalistas que sostienen que la securitización de la energía trae efectos adversos para la humanidad, y quienes obtienen beneficios económicos del fracking y lo promueven como necesario.
Las consecuencias negativas de esta securitización se sienten tanto en los países industrializados como en los que dependen económicamente de su exportación. Por un lado, las mayores existencias del crudo en los países más poderosos se han traducido en una caída de las acciones de las empresas que producen del modo tradicional. Quizá esto lleve en el futuro a un mayor lobby del sector petrolero. Por otro, no es gratuito que Rusia, Irán y Venezuela, antagonistas de Washington, sean los perdedores de esta caída de precios y quienes deban enfrentar los efectos políticamente desestabilizadores de su dependencia excesiva de las exportaciones de crudo.
Gabriel Jiménez Peña
Miembro de Redintercol.