Don Pedro Villate, mi proveedor de maderas, me dijo la semana pasada “ingeniero resolví que voy a cerrar mi empresa”.
Con gran asombro le pregunté cuál era la razón para esa decisión, sobre todo porque don Pedro había sido siempre un ejemplo en capotear todas las situaciones, por difíciles que fueran.
Me respondió: “Me cansé de trabajar para el Gobierno. Los márgenes de utilidad cada vez son más escasos y me di cuenta, tarde ya, que lo que deja es la especulación con el precio de la tierra. O sea que más bien, vendo la finca de mi mujer que queda en un sector muy cerca de Cajicá, para que los constructores desarrollen sus proyectos. Con seguridad que me va mejor que matándome como lo he hecho en los últimos 50 años”.
Me puse a pensar en don Pedro y en los impuestos que paga. Empezando por el cuatro por mil, pasando por el ICA al municipio, que a propósito es perverso, porque se paga con relación a los ingresos brutos, así el empresario haya tenido pérdidas; el IVA, el nuevo Retecree, la retefuente, el reteiva y el impuesto de Industria y Comercio, entre otros. Además, varios de estos se anticipan suponiendo comportamientos futuros similares.
Al respecto, hay que recordar que a estas cifras hay que agregarle las prestaciones sociales y los parafiscales de los 28 empleados con que cuenta su empresa. Pero ojo, también le toca pagar tributos como el de su carro personal y la camioneta de la empresa, el impuesto predial por el terreno de la empresa y de su casa, las pólizas todo riesgo y el seguro obligatorio, más servicios públicos y vigilancia. En total, estaríamos hablando de que por cada peso que don Pedro recibe de utilidad, 68 centavos se van en impuestos, así no haya tenido utilidades.
La gran pregunta en este caso es: ¿qué recibe don Pedro a cambio por parte del Estado? ¿Acaso el gobierno le proporciona seguridad, educación, infraestructura adecuada, justicia, apoyo por ser emprendedor, exenciones, alivios y estímulos? De esto recibe muy poco, por no decir nada.
Según la colombiana Juliana Londoño, colega del Profesor Tomás Piketty, autor del último Best Seller de economía El Capital del Siglo XXI, en donde se aborda el tema de la desigualdad, llegan a la conclusión de que en Colombia la inequidad supera los datos oficiales.
En concordancia con lo anterior, y de acuerdo a la encuesta desarrollada por UN Hábitat, en 10 ciudades de América Latina, los gobiernos de nuestra región son “percibidos por la población como gobiernos autoritarios que benefician a unos pocos y favorecen la proliferación de la pobreza”.
Bogotá arrojó un 60 por ciento en percepción de desigualdad. La encuesta también evidenció el pesimismo de los latinoamericanos sobre la posibilidad de que las condiciones de desigualdad se reduzcan a futuro.
El tema de la desigualdad, está de moda, al punto que el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que en las últimas tres décadas la desigualdad ha crecido en casi todos los países, catalogándola como uno de los principales flagelos económicos de nuestro tiempo.
Tristemente las herramientas del FMI, para resolver el problema se centran en medidas de tipo fiscal, desconociendo las causas generadoras de la situación.
Por el contrario, el libro Por qué fracasan los países, de los economistas Acemoglú y Robinson, aborda el tema de las causas de la desigualdad, a partir del tipo de colonización sufrida por los países del norte y los nuestros. Analizan la manera cómo las instituciones influyen en el comportamiento y los incentivos en la vida real (Caso don Pedro) y de cómo estas forjan el éxito o el fracaso de los países.
El libro propone la siguiente tesis: “el desarrollo y la prosperidad económicos están asociados con instituciones económicas y políticas inclusivas, mientras que las instituciones extractivas conducen al estancamiento y la pobreza”. Son las instituciones políticas, las que definen las instituciones económicas, para bien o para mal.
En el caso colombiano, asimilando los contenidos del libro, es triste ver cómo nuestros políticos quieren centralizar el poder y lo peor, no lo hacen por ignorancia o equivocación, lo hacen de manera deliberada para su beneficio personal y para que nada cambie. Cuentan los autores que con esto vienen los ejércitos, o fuerzas de seguridad encargadas de que la situación se mantenga. Pasadas estas elecciones en las que la política -proceso mediante el cual una sociedad elige las reglas que la gobernarán, los colombianos ya sabemos qué viene.
Ojalá no sea demasiado tarde y como don Pedro, continuemos con nuestro esfuerzo diario de generar desarrollo.
Nicolás Escobar Páramo
Gerente Inversiones Milenium
Compañía Constructora