Esta semana la tasa de cambio del peso colombiano frente al dólar americano rompió la barrera de 2.900 por primera vez desde el 2003. De hecho, en el último año, la devaluación de nuestra moneda frente a la divisa de referencia ha sido de casi 55%. Normalmente, esta debería ser una noticia buena para nuestros exportadores, pero si analizamos los datos de comercio exterior publicados durante el primer semestre del año, las exportaciones del país aun no reaccionan como deberían. Muchos colombianos se están preguntando, ¿por qué?
Si bien la moneda es un factor que puede brindarle o restarle competitividad a los productos de un país, no es el único. Además, tal como lo refleja la rápida depreciación del peso colombiano, este factor obedece en gran parte a variables externas que no controlamos, como los precios internacionales del petróleo y el estado de las principales economías del mundo. Por eso, al analizar las perspectivas de nuestro comercio exterior, es importante ir más allá de la tasa de cambio. También debemos considerar otros factores externos, como las condiciones de mercado en los distintos países destino, y factores internos como nuestra capacidad instalada, la eficiencia de nuestras empresas, el estado de la infraestructura y la fluidez logística del país.
Si bien un peso devaluado debería sumarle competitividad a nuestros productos, para poder aprovechar la coyuntura debemos analizar las condiciones de mercado de nuestros posibles destinos de venta. En esta ocasión, me enfocaré en analizar la situación de dos países vecinos –Ecuador y Venezuela– que tradicionalmente han sido destinos de exportación atractivos para nuestros productos pero que actualmente pasan por momentos que limitan su capacidad de compra. Recordemos que la caída del petróleo no sólo ha afectado a Colombia.
Ecuador es un país que podría considerarse como un destino de exportación atractivo debido a su buen desempeño económico durante los últimos años y a que su economía está dolarizada. Allí, al igual que en Colombia, la caída en los precios del petróleo también ha reducido los ingresos del estado. Dado que en los últimos años las políticas de contratación estatal han venido incidiendo cada vez más sobre las importaciones, esta reducción en el poder adquisitivo limita las perspectivas para los exportadores colombianos que estén buscando aprovechar la devaluación del peso en ese mercado.
El caso de Venezuela es más delicado, pues es una economía muy dependiente de los ingresos derivados de la venta internacional de petróleo. Allá los ingresos estatales se han reducido de forma más aguda y con dos agravantes adicionales: la alta inflación que erosiona el poder adquisitivo y la desconfianza comercial que ha generado el retraso prolongado en los pagos de algunas mercancías enviadas desde Colombia. Por eso, a pesar de ser un mercado de exportación natural, nuestro vecino oriental, que alguna vez tambilabores deportadores analiceneene un an deben hacerse para cada destino de exportacinuestro enofque aduanero y desarrollandocimién fue nuestro principal socio comercial, hoy tampoco es un destino de exportación particularmente atractivo.
Estos son tan solo dos ejemplos de elementales que ilustran la importancia de que los exportadores analicen cuidadosamente las condiciones de mercado en cada destino de venta.
Por otra parte, debemos considerar que además de la moneda, que puede fluctuar rápidamente, la competitividad de nuestras exportaciones también depende de factores internos que no tienen una capacidad de reacción inmediata. Por ejemplo, la capacidad productiva de muchos sectores es relativamente fija. Es decir, por más que baje el peso, un agricultor que planeó y sembró su cosecha hace meses no puede producir más como por arte de magia.
Similarmente, la productividad que hoy tienen las empresas depende de inversiones hechas con anterioridad. Hasta hace muy poco la moneda era un factor que pesaba en contra de la caja de los exportadores, por lo que es probable que en los últimos años los productores colombianos no hayan podido invertir en equipos importados para mejorar su productividad aunque éstos estuvieran a buen precio. En contraste, ahora aunque la moneda pesa a su favor, tampoco les queda fácil invertir inmediatamente en equipos importados que los hagan más competitivos porque éstos se encarecieron.
Finalmente, está la infraestructura y la fluidez logística. Aunque es común advertir que enviar un contenedor de Bogotá a las costas cuesta más que enviarlo desde nuestros puertos a Asia, ¡así es! El país hasta ahora está comenzando a ejecutar los grandes proyectos de infraestructura que requiere una economía como la nuestra, en la que gran parte de la producción está ubicada lejos de los puertos. Por otra parte, todavía existen sobrecostos que se derivan de la falta de una oferta multi-modal de transporte con un alto grado de integración, y a esto le suman las ineficiencias que surgen de la regulación aduanera actual, que todavía está más orientada hacia labores de recaudo tributario que en facilitar el comercio exterior.
Todo lo anterior indica que Colombia está pasando por un periodo de transición. Sin embargo, el panorama no es del todo oscuro, pues a mediano plazo las perspectivas del país son prometedoras. Con un peso devaluado, a Colombia se le abren grandes oportunidades en el comercio intra-americano, un mercado realmente interesante para nuestra economía que incluye 110 millones de americanos que están localizados en la costa este de los Estados Unidos; 80 millones de mexicanos que están ubicados sobre la costa atlántica; 45 millones de centro americanos a los que tenemos acceso por ambas costas y 40 millones de habitantes de las islas del caribe. Las oportunidades están ahí y nuestros exportadores podrán aprovecharlas si se concentran en alinear sus modelos de negocio con las necesidades de los mercados y en lograr una gestión muy eficiente de sus cadenas de abastecimiento, al mismo tiempo que el gobierno continúa modernizando la infraestructura y actualizando nuestro esquema aduanero.
Luis Enrique Fajardo
Gerente Damco Colombia