La búsqueda de una mayor calidad en la educación escolar es hoy una preocupación central de gobiernos, educadores, padres de familia y empresarios, alrededor del mundo. Se sabe que el verdadero potencial de la educación como factor de cambio social y económico radica en la calidad. Una vez se alcanzan altos niveles de cobertura, el gran reto de la educación pública es cómo elevar sustancialmente su calidad.
En el caso de Colombia, varias regiones, entre ellas Bogotá, ya están superando el tema de cobertura y han logrado mejoramientos significativos en planta física. Paradójicamente, a pesar del esfuerzo presupuestal y administrativo que lo anterior ha significado, falta por hacer la parte más difícil de la tarea. Unas buenas instalaciones son una condición necesaria, pero no suficiente, para tener colegios de calidad. Son el hardware de la ecuación. Ahora es indispensable avanzar cualitativamente respecto del software.
Desde la definición de qué es educación de calidad, hay diferentes visiones y posiciones. Dependiendo de cómo se defina, deben establecerse indicadores que permitan entender en qué punto se encuentra hoy la calidad escolar en el país. A partir de ese diagnóstico, hay que plantear objetivos a mediano y largo plazo y una estrategia para 'cerrar la brecha'.
Si bien ya están trabajando en ello el Icfes, el Ministerio de Educación y las ciudades, la discusión sobre la calidad debe mantenerse abierta y alimentarse con nuevas ideas, locales e internacionales. De alguna manera, la calidad educativa es un objetivo que nunca se alcanza plenamente, pues siempre hay exigencias y retos nuevos. Por estas razones, debe ser una asignatura permanente de quienes nos interesamos en los temas educativos.
La calidad es un concepto integral, que no se limita a aspectos de rendimiento académico. Es preciso incorporar la transmisión de valores éticos, que redunden en formar niños y jóvenes que logren ser felices y buenos ciudadanos. Seres humanos que se desarrollen integralmente, en la medida de sus capacidades.
Sin embargo, es claro que lograr altos niveles de rendimiento académico constituye la llave para que nuestros jóvenes puedan acceder a una educación superior de calidad. Y la calidad de su educación superior va a condicionar sus oportunidades laborales. Estamos, por lo tanto, ante un círculo que puede ser virtuoso, para ofrecer futuro y oportunidades de progreso a nuestros jóvenes provenientes de sectores menos favorecidos, pero que, en caso contrario, les cierra el horizonte de posibilidades.
Un buen nivel académico es más que resultados en pruebas como Icfes o Saber. Debe generar en los estudiantes pasión por el conocimiento, estimular el pensamiento lógico, la capacidad de argumentar, de controvertir. El colegio debe ser un laboratorio de convivencia pacífica.
La búsqueda de calidad debe tener visión de largo plazo. No es realista pretender obtener resultados ambiciosos en años, sino en décadas. Diferentes experiencias internacionales así lo confirman. Habrá ganancias tempranas, pero los grandes resultados exigen persistencia.
La calidad educativa es un asunto complejo. Deben armonizarse esfuerzos de política, formación de maestros y directivos, innovación pedagógica, mejoramiento de instalaciones físicas. Además, para lograr transformaciones profundas se requieren recursos financieros, lo que, en el caso de la educación pública, constituye una limitante que no se puede ignorar. Estamos ante un reto fascinante, que los empresarios debemos enfrentar, para construir un mejor país.