En Latinoamérica, las agencias privadas de empleo cumplen, como en todo el mundo, el rol de facilitadoras de la adaptación al cambio en mercados laborales, cada vez más complejos, volátiles e imprevisibles.
Este papel de ‘agentes de transición’ es especialmente importante si analizamos el segmento de los jóvenes y los colectivos de difícil inserción.
Estamos hablando de una función social trascendente: el rol de especialistas activos del mercado convierte a los servicios privados de empleo en trampolines que facilitan la transición entre formación-educación y empleo, entre desempleo y trabajo formal, y entre un empleo formal y otro. También, facilitan las transiciones de trabajo de tiempo parcial a jornada completa, y entre sectores, reflejando la demanda de la economía.
La figura de agencias privadas de empleo que necesitamos en toda la región implica convertirse en agentes activos en el acceso a la formación laboral, colaborando también en el cubrimiento de las deficiencias de talento, al desarrollar una población económicamente activa más preparada.
Esta formación profesional para trabajadores de agencia está impulsada por la demanda y organizada con la estrecha colaboración de las empresas usuarias, y tiene un enfoque muy pragmático y de corto plazo, especialmente adecuado para los trabajadores con menor formación, sin duda el colectivo que más lo necesita.
Además, la conformación de un sector de estas características garantiza una reducción del desfasaje temporal entre recuperación y creación de empleo.
El resultado es altamente positivo: transiciones laterales y ascendentes entre sectores y áreas geográficas para mejorar la carrera laboral.
La valoración de un trabajador con experiencia adquirida en varias compañías, con diferentes culturas, idiosincrasias y mecanismos de respuesta ante diversos momentos del mercado, es superlativa.
Ciett y el Boston Consulting Group, en su libro Adapting to Change, crearon dos indicadores muy importantes: el Índice de Eficacia Regulatoria y el Índice de Eficacia del Mercado Laboral, basados en seis criterios objetivos, con el propósito de analizar el mercado de cada país y región. Estos seis criterios son: la tasa de empleo general, la tasa de empleo para el grupo etario 15 a 24 año), la tasa de empleo para el grupo etario 55 a 64 año), las horas trabajadas al año, la tasa de actividad y la tasa de desempleo.
Los países que carecen de normativa específica para el trabajo de agencia, o que tienen una normativa desfasada o desactualizada, tienen una puntuación muy baja en el Índice de Eficacia Regulatoria (tal es el caso de España, Turquía, Grecia, Luxemburgo y algunos de países América Latina).
Mientras que los mercados más maduros, donde la normativa que regula los servicios privados de empleo ha sido desarrollada y ajustada periódicamente a las necesidades de los mercados laborales, obtienen las mejores puntuaciones (es el caso de Holanda, Suecia, Dinamarca, Alemania, Reino Unido y Australia)
Algo similar ocurre con el Índice de Eficacia del Mercado Laboral. En aquellas naciones en las que la figura de agencias privadas de empleo se ha consolidado, la puntuación es más alta.
Existe correlación directa entre el Índice de Eficacia del Mercado Laboral y el Índice de Competitividad del Foro Económico Mundial.
Ante las estadísticas mundiales realizadas por los principales entes del sector y las consecuentes confirmaciones empíricas, resulta evidente que la eficacia de los mercados laborales influye en la competitividad de los países y las regiones.
Nuestros hijos y nietos merecen entornos normativos que reflejen las realidades que han construido socialmente, que regulen un concepto de trabajo que nada tiene que ver con la dinámica de la primera mitad del siglo pasado.
Martín Padulla
Director CLETT&