No se trata de discutir sobre la actual moda de premoniciones para el 2012: las cábalas o las interpretaciones del fin del mundo de conformidad con supuestos contenidos del calendario maya.
Se trata de datos más específicos sobre el panorama económico mundial que se puede prever para el año entrante y que no parece encaminarse por sendas alentadoras.
Mientras Japón aún no sale de su marasmo económico, en Europa se espera que el crecimiento no llegue sino a un escaso 1,8 por ciento; mientras tanto, Estados Unidos estaría aumentando su producto interno bruto en 1,7 por ciento.
Esto último, siempre y cuando algún grado de sensatez pueda hacer que los extremistas republicanos del Tea Party no boicoteen intransigentemente iniciativas elementales que buscan aumentar el empleo, tal es el caso de las propuestas laborales que dependen del Congreso para poder implementarse.
Se ha hecho cada vez más evidente que siempre que los incrementos de producción impacten positivamente en las oportunidades de trabajo de grandes conglomerados de población, tendremos mejoras económicas que no sólo se quedan en los circuitos bursátiles, es decir, que no se concentran exclusivamente en la economía de casino.
Una fundada solidez del pronóstico se tiene a partir de evidenciarse una notable coincidencia de cifras para el 2012.
En efecto, existen similitudes notables en las perspectivas de crecimiento económico que para el año próximo han dado a conocer, a fines de noviembre, tanto el Banco Central Europeo, la Reserva Federal –que constituye el banco central estadounidense–, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
En cierta forma, el amortiguamiento de lo que sería una baja más sensible en la economía mundial se tiene en los países del grupo emergente –tales como Latinoamérica, en especial Brasil, y China, India, y en general de sudeste asiático. Pero los datos no son tan altos como los que asegurarían que en términos globales ha sido superada la crisis del 2008.
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico –Ocde, que agrupa principalmente a las naciones más desearrolladas– ha puntualizado que para el 2011, el grupo de países emergentes cerrará con crecimientos de 7,2 por ciento, y para el 2012 se esperaría que crecieran un 6., por ciento.
En todo caso, estos números no superan el promedio de desarrollo que este grupo venía mostrando, de 8 por ciento de crecimiento anual.
Al estar dentro de los emergentes, la agrupación denominada Bric (Brasil, Rusia, India y China), debido a la magnitud de la demanda que esas economías tienen, se puede asegurar con cierto optimismo, que los precios de las materias primas no caerán tan estrepitosamente.
No obstante, el crecimiento en general de Latinoamérica se verá afectado. Esta región estaría cerrando su crecimiento económico en 4,2 por ciento para este año, y en 3,8 por ciento para el 2012.
Uno de los mayores problemas que se deben enfrentar, es que muchas de las economías más desarrolladas han ‘atado’ su desempeño a los vaivenes de los mercados bursátiles.
Al relacionar esas economías, sus fondos a tasas de interés flotante, no pueden escapar de las fluctuaciones financieras mundiales, tal y como lo evidencian los riesgos, los recortes sociales y los recambios políticos en Europa.
A partir de Grecia, el ‘tsunami’ de riesgo amenaza con golpear más contundentemente a Italia, España, Portugal e Irlanda.
En tanto el crecimiento económico pueda jalonar la ampliación de capacidades en la población –vía capacitación y formación de recursos humanos– y aumentar las oportunidades de las personas, vía empleo, tendremos incrementos de producción que tienden a promover el desarrollo de las sociedades.
Aquí el problema central radica en que cada vez se requieren de montos mayores de inversión neta para generar empleos que posean mayor valor agregado, y con base en ello, posibiliten niveles de remuneración más altos. Lograr esto es ampliar la demanda agregada de los mercados domésticos y con ello posibilitar la elevación de los niveles de vida de los grupos sociales.
Los ‘indignados’, cuyos movimientos han proliferado en varios países, ponen énfasis en ese vínculo, entre crecimiento y oportunidades para amplios grupos sociales.
No controlar en grado mínimo los capitales estrictamente ‘financiaristas’, no propiciar crecimiento de posibilidades laborales, significa hacer recurrente la factura que deben pagar los sectores menos favorecidos, en un entorno que se mueve a caballo: entre favorecer la especulación y los recortes contra los que menos poder real muestran.
Giovanni E. Reyes
Ph. D. University of Pittsburgh/Harvard