La transformación del modelo económico colombiano, de una economía cerrada, protegida, con alto nivel de certeza, con productos estándar, a una economía abierta, competitiva e inestable, sumada a un estilo de dirección y manejo de la propiedad carente, en su gran mayoría, de estrategias a largo plazo, pone en dificultades a las empresas familiares.
Hoy es imposible hacer negocios únicamente por el ‘olfato’ de su fundador, como ocurría hace dos décadas.
Entre los años 2002 y 2011, el grupo de investigación en Empresa Familiar, de INALDE Business School, realizó dos estudios a profundidad: uno sobre las dificultades de las familias empresarias en Latinoamérica, y otro sobre la efectividad de los protocolos de familia, conscientes de la necesidad de comprender mejor estas organizaciones y de dar luces sobre cómo preservarlas, robusteciendo así las economías, entre ellas la colombiana, al ser ellas la espina dorsal de la generación de riqueza del país.
Los resultados del primer estudio (‘Dificultades experimentadas por las empresas familiares en los países latinoamericanos: un estudio descriptivo’) arrojan que las dificultades de las familias empresarias son más grandes, en su orden: en el ámbito familiar, en el patrimonial y, finalmente, en el ámbito empresarial. Dentro del ámbito familiar, lo que más llama la atención es que tan solo un 46 por ciento de las familias empresarias dice tener unidad familiar, y al ser esta una gran ventaja competitiva de las empresas familiares, según estudios realizados por Ifera (International Family Enterprise Research Academy), vemos con preocupación su supervivencia, porque al no existir unidad y armonía familiar, la probabilidad de que estos patrimonios se mantengan en las mismas familias es muy baja.
Dichos resultados coinciden con investigaciones anteriores en las cuales se ha detectado que las familias empresarias tienen muchos aprietos en el paso de la primera a la segunda generación, y de la segunda a la tercera.
En el ámbito patrimonial, el diagnóstico tampoco es alentador, puesto que se evidencia la ausencia de una cultura de propietarios en los siguientes aspectos: falta formalizar o dinamizar una asamblea general de accionistas en el 89 por ciento de los casos; falta definir un sistema de auditoría y revisoría fiscal en el 46 por ciento; faltan estructuras de propiedad adecuadas, también en el 46 por ciento, y hay conflictos de intereses en el 29 por ciento de las empresas encuestadas, lo que nos indica que por falta de confianza familiar no se ejercen mecanismos para el manejo de la propiedad, que tarde o temprano termina siendo objeto de disputas y, por lo tanto, de la ruptura de la unidad familiar.
En el ámbito empresarial, los aspectos de mayor dificultad son los siguientes: ausencia de una Junta Directiva que cumpla con sus funciones, en el 89 por ciento de los casos; ausencia de miembros de Junta Directiva independientes, en el 49 por ciento, y falta de una estrategia formal, en el 91 por ciento de las empresas. Adicionalmente, falta definir un sistema de evaluación y compensación en el 86 por ciento de las organizaciones, lo cual indica que la mayoría de los inconvenientes en la empresa familiar se basa en las tareas ineludibles de la Junta Directiva, poniendo a las familias en disputa en cuanto al direccionamiento de los negocios y generando desunión y rupturas familiares. Según la investigación sobre la eficacia de los protocolos de familia, la única manera de arreglar los problemas mencionados es transformar todas las prácticas de la familia, en todos sus ámbitos.
A nivel familiar, se recomienda constituir un Consejo de Familia que diseñe las estrategias para preservar la unidad familiar, y en el ámbito empresarial, constituir un Consejo de Socios que trabaje para resolver todos los aspectos de la propiedad.
El primer estudio que mencionamos también arrojó que en términos de estrategia, que el 51 por ciento de las empresas encuestadas no cuenta con un protocolo familiar, entendido como un documento para regular las relaciones de la familia con la empresa, fomentar el compromiso y la unidad de sus miembros, y prolongar su conservación y éxito a lo largo de las generaciones.
Todo lo anterior demuestra que para competir en una economía global, en la que priman multiproductos de alta calidad y compañías fuertes y estratégicas es necesario que las empresas familiares cuenten con Juntas Directivas que gestionen de manera profesional sus organizaciones.
Todo esto con el acompañamiento de miembros independientes, reuniones periódicas que no se aplacen, y con un líder familiar en cada ámbito. Esta transformación familiar puede tardar años y no se debe confundir con un protocolo familiar, puesto que este se genera con las buenas prácticas que se establezcan en esta transformación empresarial.
Formación
Gonzalo Gómez-Betancourt
Ph.D.
Director Área Family Business INALDE Business School
gonzalo.gomez@inalde.edu.co