En reciente informe de diseño del metro para Bogotá, se indica que el costo de este es de cerca de 15 billones de pesos, una cifra parecida a los 17 billones de presupuesto total de la capital para el 2015. Lo que sorprende es que su construcción no resuelve el problema de movilidad de la ciudad ni de cerca, pues como lo indica el exalcalde Peñalosa, en el mejor escenario este movilizaría a solo el 5 por ciento de los ciudadanos (El Tiempo, 6-12-2014 pág. 37).
Preocupa la decisión de la administración y la nación de acometer la obra en una urbe que ya está colapsada en movilidad, y que el impacto de dicha construcción, durante años, representaría una afectación de proporciones no advertidas en términos de empeoramiento de la misma. De igual manera, es desconcertante que no se analicen obras y acciones diferentes a la construcción del metro, que tendrían un efecto en menor plazo en el mejoramiento de la movilidad de la ciudad, como las que se proponen a continuación.
Uno de los problemas serios que tiene la infraestructura vial de la ciudad es el cambio en el número de carriles por sentido que se presenta en todas las regiones de la ciudad. Pues transitar por una Autopista Norte de seis carriles, desde la Calle 100, que luego se reduce a tres carriles a la salida de la ciudad, es un verdadero sinsentido técnico. El efecto en una situación de alto tráfico es peor que si hubiera solo 3 carriles constantes a lo largo de toda la autopista.
En el ejemplo dado, es claro que hay el espacio para ampliar la autopista luego de la salida de la ciudad, ya que se cuenta con un separador en el que podrían construirse al menos dos carriles por cada sentido. Otro claro ejemplo de esta problemática es la carrera séptima. Entrando a la ciudad desde el norte viene en un solo carril, luego se amplía a 3 y 4, y en la calle 100 se reduce nuevamente, generando un cuello de botella. De igual manera, se debe reducir el número de paradas en vías principales por semáforos como la Avenida Boyacá, la Avenida Cali, la Autopista Sur, la Calle 13, la Calle 80 y la Avenida Suba entre otras. La ciudad debería aumentar puentes y deprimidos en estas vías, y evitar reducciones de números de carriles, con lo cual se mejoraría el flujo vehicular.
Un legado de Peñalosa, que ha sido interrumpido por las siguientes administraciones, es la construcción masiva de ciclo vías. Más ahora que se observa un aumento notorio del uso de la bicicleta en los últimos años para ir a estudiar y a trabajar. En este sentido, la ciudad está desperdiciando espacio valioso que podría utilizarse para ampliar dicha infraestructura, como el ocupado por los canales abiertos de aguas residuales (cañerías). La NQS, por ejemplo, cuenta con un canal que debería taparse y poder usar el espacio superior. Esto es reemplazar esos canales abiertos por colectores que permitan utilizar el espacio superior para hacer ciclovías, aumentar carriles, y hasta dejar una zona verde. Esto, además de mejorar la infraestructura urbana, tendría un impacto urbano favorable, pues la verdad es que en las urbes de mejor calidad de vida, las aguas servidas fluyen bajo tierra, lejos de la vista de los ciudadanos, y las áreas superiores se aprovechan.
También se requiere aumentar la cantidad de articulados y de carriles exclusivos para mejorar el servicio de Transmilenio. Más puentes y deprimidos aumentarían la velocidad promedio, al igual que mejores condiciones de seguridad harían este modo de transporte más atractivo para dejar el vehículo privado en casa y llegar más rápido al destino usando transporte público.
Por otro lado, es importante entender que se requiere desincentivar el uso del vehículo privado, pues como se sabe, la mayor parte del espacio público es usufructuado por la minoría de los que tenemos automóvil privado. Entre las alternativas está aumentar impuestos, sobretasa a combustibles, y liberar el precio de los parqueaderos que hicieran más costoso el uso de vehículo privado e incentivaran a usos alternativos como bicicleta o modos de transporte público.
A nivel de nación, también se requiere profundizar la descentralización, cada vez que hay vacaciones en las universidades da la sensación de creer que una de las mejores políticas de transporte en Bogotá sería hacer que los estudiantes de provincia no tengan que venirse a estudiar a la capital. Esto pasa por el fortalecimiento de las instituciones educativas en las capitales departamentales, realizar más y mejores instalaciones físicas afuera, incentivar a que los profesores y profesionales de la educación prefieran estar en ciudades intermedias y pequeñas. Lo mismo con la salud, mejores hospitales y servicios que hagan innecesario que se tengan que venir a Bogotá a buscar médicos especializados, y lo mismo las sedes empresariales. En este sentido, se resalta la campaña que viene adelantando Barranquilla de atraer sedes de empresas y promover que más negocios se trasladen allá.
Jaime Ernesto Salas
Gerente Técnico, Cimelec Ingenieros