Estela Sánchez es una señora de 65 años, bogotana quien vive en su apartamento vecino al Parque del Virrey en la 88 con 17 en Bogotá. Sufre una afección congénita cardíaca que le ha producido un agradamiento del tamaño de su corazón y por ese motivo hace 10 años le fue instalado un marca pasos que le permite llevar una vida absolutamente normal. Producto de ese problema, ha desarrollado otro que le generó una hipertensión pulmonar motivo por el cual, las caminadas muy largas, subir escaleras o el ejercicio acelerado de cualquier actividad, le producen un cierto nivel de dificultad para respirar.
Tanto el cardiólogo que le colocó el marca pasos como el internista, quienes la atienden desde hace 10 años, conocen a fondo sus problemas, además, el carácter disciplinado de la paciente la llevan a consultas médicas cada seis meses para revisar en su totalidad el estado de salud de Estela y los últimos resultados de los exámenes comprobaron que no presentaba ninguna anomalía.
Sin embargo, el pasado 1 de noviembre, Estela empezó a sentir un malestar originado en una tos persistente, sin desgarrar y con una intensidad que la llevaban a sentir que el aire le faltaba. De inmediato consiguió una cita con su internista quien le abrió un espacio en su agitada agenda diaria. Cómo los exámenes generales habían sido practicados dos semanas antes, el médico revisó la presión, verificó el estado de sus pulmones para detectar una posible congestión, pero los encontró en buen estado. Su diagnóstico fue claro: “no hay motivo de preocupación, en un mes cuando se te pase ese malestar te haces una espirometría que nos permita detectar el estado de tu capacidad pulmonar. Por ningún motivo te puedes serenar, soportar vientos o corrientes de aire y procura mantenerte muy abrigada” (sic). El médico la despidió con una receta médica que incluía antialérgicos y otras drogas para la tos y, además, dándole un parte de tranquilidad que ella recibió con muy buen ánimo.
Estela se fue para su casa tranquila, aunque con mucha tos. En la noche siguiente tenía un evento para el cual había confirmado su asistencia con mucho tiempo de anticipación, por lo tanto, no se sentía cómoda cancelándolo de improviso y en consecuencia asistió; con tan mala suerte que, a la salida del mismo estaba lloviendo. Al día siguiente amaneció en un estado crítico, con mucha dificultad para respirar. De inmediato llamó al internista que dos días antes la había atendido pero la secretaria le informó que no estaba en el país, que había salido y regresaría a fines del mes pero que, además, no había dejado ninguna recomendación especial sobre ningún paciente, por lo cual, no tenía ninguna instrucción sobre qué otro médico le podría ayudar. Desconsolada en medio de su crisis respiratoria, angustiada por la dificultad para respirar y asombrada por la falta de interés en ella que podía presentar en cualquier momento un cuadro crítico como el que sufría, sin embargo no había dejado ninguna instrucción específica ni un médico internista amigo a quién pudiera acudir para que la ayudara. Se sentía sola y con una enorme dificultad respiratoria, acudían a su mente sus problemas de corazón, su hipertensión pulmonar y en ese momento, el mundo se le venía encima…
Se acordó de su cardiólogo y lo llamó. De inmediato la atendió, con toda la cordialidad escuchó su extenso relato y al terminar la tranquilizó diciéndole que no se preocupara, que el corazón no tenía ningún problema y que el estrés le podría estar ocasionando parte de esa dificultad respiratoria, que siguiera con la droga que el internista le había recetado, qué estaría pendiente y que recordara que su único interés era servirle. Estela siguió muy mal, paso una noche terrible y al día siguiente llamó al cardiólogo para que le recomendara el camino a seguir y la respuesta de su asistente fue otra vez le misma del internista: “El doctor salió del país y estará de regreso el 15 de noviembre” (sic).
Su historia clínica era crítica para un cuadro como el de Estela y no tenía a ningún médico a quien consultar, los dos que podrían definir el camino a seguir, se habían ido de viaje y a ninguno de los dos se les había ocurrido avisarle a pesar de que conocían de sobra su historia, las posibles complicaciones muy previsibles y en resumen Estela se sentía defraudada de la ausencia absoluta de interés en ella como paciente. Salió para urgencias a la Clínica del Country en la cual la atendieron de inmediato, la hospitalizaron durante 3 días y salió de la clínica con médico en casa y oxígeno permanente en su apartamento durante un mes.
Este relato muestra claramente la falta de interés de muchos médicos en sus pacientes, para ellos pareciera que éstos son solo la fuente de sus ingresos, pero no existe la voluntad o el deseo de reconocer la individualidad de cada caso y paciente. Parece increíble que teniendo a mano la historia clínica de Estela en la cual se demuestra su problema de hipertensión pulmonar directamente relacionada con el motivo de la consulta –tos aguda y dificultad para respirar- a ninguno de los dos médicos se les hubiera ocurrido pensar que una posible complicación podría presentarse y debían anticiparse a ello sin necesidad de aplazar sus compromisos profesionales, pero si acompañando a la paciente con un médico que estuviera atento a la evolución de su cuadro clínico. Ambos salieron sin consideración alguna y por supuesto a Estela le queda la evidente sensación de que no tiene importancia para ellos. Ambos médicos muy importantes y preparados, pero sus pacientes no parecieran tener importancia real para ellos. Es posible que Estela siga yendo a consulta con ambos, pero sabrá claramente que poco les importa su historia.
Luis Fernando Botero C
@lfboteroc