La semana pasada expliqué en esta columna las razones por las que esperamos que el Banco Central Europeo (BCE) anuncie un nuevo programa de estímulo monetario a finales del 2014 o comienzos del 2015. Más específicamente, en lo que concierne al control de precios de la economía, el BCE no solo debe combatir el elevado riesgo de deflación, sino también la excesiva baja inflación actual, especialmente considerando algunas características únicas de la Eurozona. Una mayor pérdida del poder adquisitivo, a través de una inflación más alta, puede ser beneficiosa para esa región.
¿Por qué es importante que el BCE evite un proceso deflacionario? La deflación se define como una caída en el nivel general de precios de una economía, o lo que es lo mismo, que la inflación sea negativa.
Cuando hay deflación, los agentes deciden posponer sus gastos porque se genera una expectativa de que los precios de los bienes pueden caer más y que serán más baratos en el futuro. El menor nivel de gasto afecta las ventas de las empresas, lo cual les genera complicaciones de caja y acumulación de inventarios. Posteriormente, disminuyen los niveles de pedidos a las empresas manufactureras, las cuales deberán frenar su producción. La menor producción afecta sus utilidades, lo cual se trata de compensar con una reducción de costos como recortes salariales (lo cual no siempre es posible) o las nóminas. El recorte de personal aumenta el desempleo y reduce el ingreso de los hogares, deteriorando aún más su ritmo de gasto.
Igualmente, la capacidad de gasto en inversión de las empresas se afecta por el impacto negativo en sus utilidades. En últimas, la deflación es una ‘bola de nieve’ que afecta el ritmo de actividad económica y puede causar una recesión, que a su vez aumenta las presiones deflacionarias.
A nivel financiero, la situación de las empresas y de los hogares también se puede ver afectada con la deflación por medio de un aumento relativo del endeudamiento. Normalmente el valor de una deuda es fijo (el monto contratado es el mismo que hay que honrar al vencimiento), así que una caída en los precios de los bienes que venden las empresas o en los salarios de los trabajadores resulta en mayores dificultades para honrar sus obligaciones. Contablemente, el pasivo se mantiene inalterado, mientras que el activo se contrae (la caída general de precios se refleja en una caída en el valor del activo, pero no en el del pasivo), así que el tamaño del pasivo aumenta relativo al del activo, erosionando el patrimonio y aumentando la probabilidad de una quiebra. Lo anterior incrementa el riesgo de una crisis financiera y de una recesión económica, la cual a su vez puede acentuar la deflación.
Afortunadamente la inflación en la Eurozona aún no es negativa, aunque en julio se situó en 0,4 %, el nivel más bajo desde finales del 2009. Sin embargo, el BCE no solo debe evitar el riesgo de deflación, sino también la muy baja inflación actual. Los bancos centrales, cuyo objetivo es velar por una inflación baja y estable, necesitan un margen de maniobra, y por eso es que sus metas de inflación no son cercanas a 0%, sino más altas. En la Eurozona la meta es 2 %.
La meta de inflación sirve como ‘colchón’ ante posibles choques de oferta o de demanda que pudieran impactar los precios de la economía temporalmente a la baja. Por ejemplo, un aumento inesperado en la cosecha de alimentos puede generar presiones a la baja sobre la inflación, pero estas presiones también pueden surgir por una crisis económica que deprima la demanda. Si la inflación estuviera alrededor de la meta en el momento de un choque económico, ésta podría descender temporalmente, pero sin dejar de ser positiva. En cambio, con una meta de 0%, esos choques empujarían a una economía inmediatamente hacia la deflación.
Adicionalmente, la economía de la Eurozona continúa siendo muy frágil, y los riesgos de que el crecimiento se resienta han aumentado debido a las recientes tensiones geopolíticas en Ucrania, Rusia, Irak, y Gaza. Si estos riesgos se materializaran en momentos en que la inflación este muy baja como hoy, sería muy fácil que se tornara negativa. La capacidad de reacción del BCE es mayor mientras la inflación sea positiva, entonces es importante que no corra el riesgo de tener que actuar cuando sea negativa.
Hay otra característica única de la Eurozona que refuerza la necesidad de que el BCE redoble sus esfuerzos para subir la inflación. Por ejemplo, Alemania está creciendo a un ritmo lento, mientras que algunos países ‘periféricos’, como Grecia, atraviesan por una recesión económica. De ahí que la inflación en Alemania sea baja, pero positiva de 0,8 % en julio, mientras que la de Grecia fue -0.8 %.
Un problema que tiene Grecia frente a Alemania es la falta de competitividad. Una forma de cerrar esa brecha es que los precios y los salarios en Grecia aumenten más lento que en Alemania. Eso está ocurriendo, pero como la inflación en Alemania es tan baja, entonces Grecia tiene que hacer el ajuste con deflación y recortes de salarios, lo cual magnifica la recesión y genera descontento social. Si la inflación en Alemania fuera más alta, Grecia podría hacer el ajuste con una inflación menor, pero positiva. Esto se lograría con una mayor inflación agregada en la Eurozona, impulsada por medidas más agresivas de estímulo monetario por parte del BCE.