No hay duda de que uno de los dolores de cabeza que ha encontrado el sector real en lo que va del año, tiene que ver con los problemas que ha experimentado la producción de petróleo. Y es que frente a una meta de 1’040.000 barriles por día, fijada por la Agencia Nacional de Hidrocarburos, la realidad muestra una cosa diferente.
Así volvió a ocurrir en julio, cuando la extracción de crudo llegó a apenas 968.000 barriles diarios, un guarismo muy cercano al de junio. Según lo explicaron las autoridades, factores como los atentados en contra del oleoducto que une a Caño Limón con Coveñas, sumados a fallas eléctricas y mantenimientos programados en algunos campos, tuvieron que ver en lo sucedido.
Aunque existe la esperanza de un repunte, los más escépticos sostienen que los incumplimientos en los objetivos podrían seguir siendo la norma. El principal motivo es que el terrorismo sigue haciendo de las suyas, tanto por cuenta de las Farc como del Eln. Ambos movimientos guerrilleros han tratado de utilizar los ataques a la infraestructura con el propósito de ganar poder negociador en los diálogos –formales o preliminares– que cada uno adelanta.
Pero más allá de las causas, los analistas están pensando en las consecuencias. Para comenzar, un ritmo de producción petrolera inferior al planeado golpea al sector externo, pues la cantidad disponible para exportar se reduce. Ese factor, sumado a cotizaciones a la baja, contribuye a que el saldo en rojo de la balanza comercial aumente.
Adicionalmente, hay inquietud sobre los efectos fiscales que puedan dejar las dificultades anotadas. De un lado, es muy posible que el balance de Ecopetrol se resienta, lo cual se traduciría en utilidades reducidas. Ganancias más bajas implican pagos menores de dividendos al socio mayoritario –la Nación–, al igual que se sienten sobre el impuesto de renta, no solo de la compañía, sino de todo el sector. Por eso, hay que mirar más allá del petróleo.
Ricardo Ávila Pinto
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