El broche, literalmente hablando, fue de oro. Así podría resumirse la participación final de los deportistas colombianos en los Juegos Olímpicos de Londres.
La victoria de Mariana Pajón en la prueba de bicicross y el tercer lugar de Carlos Oquendo en la misma disciplina constituyeron un cierre casi perfecto para un esfuerzo que rindió sus frutos.
Y es que aparte de superar de lejos las metas iniciales que hablaban de entre tres a cinco medallas o de estar muy por encima del balance proveniente de citas anteriores, quedan varias lecciones que vale la pena tener en cuenta.
La más importante es que la preparación es fundamental. Ninguno de los ocho galardonados llegó al podio de la noche a la mañana.
En todos los casos, lo conseguido es el fruto de años de trabajo en los que se ven los resultados de una política de estímulos que no solo entrega estipendios mensuales a las promesas, sino que implica competir con cierta regularidad con los mejores del mundo.
Adicionalmente, saltan a la vista las diferencias regionales.
Sin duda alguna, el aporte de los antioqueños en el cuadro de medallería refleja la fortaleza de un esquema institucional que, a nivel municipal y departamental, logra identificar y preparar jóvenes talentosos.
En contraste, hay zonas que pasan en blanco, quizás porque sus dirigentes no tienen el mismo nivel de profesionalismo y especialización de los paisas.
Es conocido que, en más de una ocasión, sobran las cuotas políticas en los cargos públicos relacionados con el deporte.
Dicha reflexión también es válida para ciertas ligas. Aunque los países tienden a especializarse en unas pocas disciplinas, la calidad de la dirigencia entre las diferentes especialidades es muy dispar.
Por tal motivo, si se trata de repetir o superar el saldo conseguido en Londres, para la próxima cita, en Río de Janeiro, hay que comenzar ya. Cuatro años parecen un largo tiempo, pero a la hora de conseguir triunfos olímpicos se pasan en un momento.
Ricardo Ávila Pinto