Hace tres años las cosas eran bien diferentes. Y es que cuando tuvo lugar la sexta Cumbre de las Américas en Cartagena, esta parte del continente todavía vivía una realidad económica envidiable, al menos para el mundo desarrollado.
Pero esa época forma parte del pasado. Así quedó claro por estos días en Panamá con ocasión del séptimo encuentro hemisférico de mandatarios. Otra vez los países del norte mandan la parada en términos de crecimiento, mientras los del sur han vuelto a experimentar problemas.
Como lo confirman las estadísticas, Estados Unidos ha dejado atrás la crisis del 2008. El desempleo disminuyó fuertemente y el aparato productivo dejó atrás sus males, con lo cual se ha erigido en una de las pocas locomotoras globales.
En cambio, la región latinoamericana está cerca del estancamiento. Su Producto Interno Bruto apenas se expandiría en 1 por ciento este año. Incluso la disminución en las tasas de pobreza se detuvo y, para colmo de males, la miseria subió levemente según el último cálculo de la Cepal.
Debido a ello, quienes quisieron hablar duro en el istmo tuvieron que bajar su tono. Ese hecho fue reconocido por la comunidad de negocios que aprovechó la circunstancia para insistir en la agenda de reformas pendientes, la cual quedó relegada a un segundo plano en los tiempos de la bonanza.
Más allá de la coyuntura, la solicitud de concentrarse en lo importante es válida. Es fundamental mejorar la productividad, que es la gran asignatura pendiente, desde el sur del Río Grande hasta la Patagonia.
Y eso únicamente se logra rompiendo los cuellos de botella que existen en múltiples áreas. Los empresarios hablaron de infraestructura, integración comercial, innovación y aprovechamiento adecuado de los recursos naturales, entre otros temas. Falta esperar a ver si esas semillas cayeron en terreno fértil o no.
Ricardo Ávila Pinto
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@ravilapinto