La salud es uno de los temas más complejos de América Latina. Estimaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) evidencian que en esta región, entre los años 2006 a 2015, se reportan pérdidas acumuladas en el Producto Interno Bruto (PIB) por enfermedades crónicas del corazón, derrames cerebrales y diabetes por 13.540 millones de dólares en cuatro países: Argentina, Brasil, Colombia y México.
El dato preocupa a los gobiernos de la región al tener en cuenta los pronósticos de crecimiento para este año: según el Fondo Monetario Internacional (FMI) se espera que el PIB aumente a menos de 1 por ciento, aunque puede comenzar a recuperarse moderadamente en 2016, después de cinco años de menores crecimientos consecutivos.
Tener una población sana, saludable, con buenos ingresos económicos, que permitan asegurarse una alimentación balanceada diaria para sí mismos y sus familias, es clave para generar prosperidad en un país, especialmente cuando los ciclos económicos son desfavorables. América Latina y el Caribe han avanzado mucho para mitigar los factores que representan mayor riesgo para la salud de sus habitantes, como señalan cifras de la OPS. El total de la población llega a 623,4 millones de personas, donde Brasil (202 millones), México (123,8 millones) y Colombia (49 millones) concentran el 60 por ciento de habitantes.
Chile es el país con mayor esperanza de vida en la región con un promedio de 80 años, seguido por Colombia, Costa Rica y Cuba, donde el promedio de vida es de 79 años. La esperanza de vida más corta es la de Haití, con un promedio de 62 años, 18 menos que Chile. En Bolivia, la expectativa llega a los 68 años, mientras que en Guatemala y El Salvador es de 72. Tomando en cuenta el gasto en salud como porcentaje del PIB, Costa Rica y Cuba están a la vanguardia, ya que invierten cerca del 10 por ciento de acuerdo a cifras de la OMS. Un poco más atrás aparecen Brasil y Paraguay, que destinan el 8,9 por ciento.
Sin embargo, los países deben seguir trabajando más para poder contar con sistemas de salud robustos para mejorar la atención de la población. Para ello es fundamental cerrar la brecha entre los sectores público y privado para llevar soluciones innovadoras en tecnología a este sector. En ese orden de ideas, se ha trabajado en desarrollar asociaciones público-privadas (PPP, por sus iniciales en inglés) que permitan adoptar esas tecnologías en hospitales y clínicas alrededor de la región.
Philips, por ejemplo, trabajó recientemente con autoridades mexicanas y brasileñas para instalar una solución integrada de tecnología de innovación (TI) en más de 700 hospitales.
El sistema, llamado Tasy, ofrece más de 70 módulos diferentes, incluyendo registros médicos electrónicos (EMR, por sus siglas en inglés), capaz de integrar el flujo de trabajo administrativo y clínico proporcionando una alta productividad y un mejor cuidado para el paciente. Otro buen ejemplo es el de Bahía, uno de los estados de Brasil, en donde un consorcio de empresas de cuidado de la salud trabajará con el Gobierno local para conectar los sistemas de 12 clínicas y renovar su equipo de imagen médica ofreciendo soluciones integradas que reducen los costos e incrementan la productividad.
Estas colaboraciones traen beneficios cuantitativos y cualitativos a todos los actores de la cadena del sector salud. Permite que los intermediarios del cuidado de la salud cooperen y compartan datos, lo que significa que la prevención se vuelve más fácil y los tratamientos se pueden optimizar individualmente para cada paciente.
También se disminuyen significativamente los costos en las organizaciones y la productividad general del sistema de cuidado de la salud se incrementa. “Las colaboraciones público-privadas también pueden solucionar los presupuestos limitados del Gobierno: el uso más eficiente de gastos de capital e indicadores claves de desempeño de los resultados, permite que el Gobierno proporcione mejores servicios del cuidado de la salud a costos más bajos.
Las colaboraciones público-privadas también son un poderoso instrumento para adoptar rápidamente una nueva generación de tecnologías médicas. La digitalización y los avances en ‘big data’, por ejemplo, están permitiendo que los doctores compartan información digital alrededor del mundo. Estamos viendo a doctores que atienden a mujeres embarazadas a cientos de kilómetros de distancia porque una enfermera pudo llevar una máquina de ultrasonido portátil y conectarla desde una zona rural. Tecnologías como estas se están desarrollando a una velocidad muy alta.
Phillips proyecta que esta revolución en salud continuará y se fortalecerá debido al potencial que tiene la conectividad, como se ve actualmente en otras partes del mundo. Las tecnologías están cambiando la manera en que los latinoamericanos trabajan, juegan y aprenden. Se estima que el 10 por ciento de los usuarios de internet en el mundo vienen de Latinoamérica y que en el 2015, la cantidad de usuarios de teléfonos inteligentes en la región se incrementará en un 21 por ciento para alcanzar 152,6 millones. Cada vez más, estas personas esperan manejar su propia salud o comunicarse con proveedores del cuidado de la salud desde la comodidad de su dispositivo personal.
Henk de Jong
Director ejecutivo de Philips Latinoamérica