Las organizaciones de hoy constituyen un nodo esencial en la red de conversaciones propias de la actual cultura y, por la misma razón, se consideran determinantes en la cotidianidad del ser humano.
Sus dinámicas permean todos los ámbitos de la misma, de hecho, resulta difícil imaginar una familia colombiana en la que no se contemplen temas como el trabajo, la lógica de mercado y la competencia laboral, dentro de un marco de valores fundamentales para la vida.
En esta configuración de las relaciones cotidianas –coherente con el sistema económico que nos rige– si queremos ser consecuentes con esa cultura –en la que prima el respeto por el otro– debemos comenzar por revisar el quehacer de las empresas y la forma en que las personas se relacionan con ellas.
Este ejercicio es el que mantiene y proyecta la cultura, y abre un espacio a la reflexión, en la que el interrogante es uno: ¿Qué haceres estamos conservando en las empresas, que se traducen en el irrespeto de otros?
Al acercarme a esta pregunta, lo primero que aparece es la competencia como una emoción característica de las relaciones entre y dentro de las empresas. En ella siempre debe haber un ganador y un perdedor, lo que implica que lo esencial son los resultados y no la forma en que hacemos las cosas.
Cuando el resultado es lo más importante, se da lugar a acciones que distan mucho del respeto, porque se privilegia la consecución de objetivos sobre la reflexión de las cosas que hagamos para lograrlos.
Esto explica la emergencia de casos como el de InterBolsa o el grupo Nule, en los que las conductas empresariales no tuvieron en cuenta las graves consecuencias que podían tener para la sociedad.
COMPETENCIA SÍ, PERO BASADA EN EL RESPETO
Otro aspecto de la competencia que resulta interesante es el valor que le asignamos como promotora indispensable del progreso.
Si la revisamos con detenimiento, podemos ver que no necesariamente genera progreso, pues lo que conserva es la orientación de las acciones de la organización, según estándares externos (otras empresas) y no necesariamente la revisión de las mismas a partir de sus propios criterios de mejoramiento y bienestar.
La competencia lleva siempre de la mano tanto al ganador como al perdedor y, aunque normalmente creemos que el primero progresa, lo que hace es valorarse a través de la comparación con otros, incluso entre el perdedor; proceso en el que ambos resultan negados al entrar en una relación que aprecia sus haceres sin tener en cuenta los propósitos que le dan sentido a cada organización.
Particularmente, me llama la atención la creciente idea acerca de la posibilidad de ejercer un libre mercado entre amigos, porque el deseo de ganarle a los demás es desplazado por el de crear valor sin destruir 'mis' relaciones, lo que necesariamente incrementa las relaciones éticas.
Emerge así, la colaboración como una emoción alterna, que pone el foco en la creación de valor desde criterios propios, lo que resulta en el respeto mutuo.
Otro aspecto que propone esta reflexión, me lleva a revisar la manera en que las empresas imaginan las relaciones laborales. Esto es ¿cómo se concibe al trabajador? Si acaso se oculta el hecho de que es un ser humano autónomo o, por el contrario, si es visto como una máquina que consigue resultados.
Queremos una cultura en la que los seres humanos seamos reconocidos en nuestra autonomía.
Entonces, la manera coherente de operar desde las empresas sería involucrar a todos los miembros de la organización en un proyecto común que tenga sentido para sus vidas.
Desafortunadamente, en los negocios prevalece una forma de relacionarnos con el otro como medio para obtener un fin, lo que genera dinámicas de imposición y demanda de obediencia, que a su vez, crean mal-estar, al negar la experiencia del otro como ser autónomo, capaz de elegir trabajar en pro de un proyecto común.
No nos es ajena, después de todo, la experiencia de sentirnos obligados por no haber sido incluidos en la construcción de un propósito, así como la sensación de malestar que acompaña dicha experiencia.
En entrenamientos empresariales, suelo preguntar a los participantes: ¿Qué te hace feliz? La mayoría de las respuestas están asociadas con las emociones de bienestar que viven en sus relaciones cercanas, como compartir tiempo con la familia, pareja o amigos.
En la cultura actual, debemos reconocer que se pasa más tiempo en el trabajo que en estas relaciones, lo que necesariamente lleva a preguntarnos por el tipo de lazos que creamos en las empresas.
Si hay mal-estar entre los miembros de la organización, ya sea porque estos se encuentren en la obligación, la competencia o el juicio constantes, las relaciones con sus compañeros y colaboradores no serán vinculantes, lo que a su vez imposibilitará dinámicas de respeto por el otro.
Si la cultura deseada es una en la que se propicien relaciones autónomas y de bien-estar, entonces, concebir a los trabajadores desde las empresas, como colaboradores de un proyecto común, y atender las relaciones entre ellos, surge como un hacer coherente.
Mientras haya más empresas reflexionando sobre su operar y este operar esté enfocado en el respeto hacia los demás, considero que tendremos un importante nodo de la cultura transformándose.
Un aspecto que hará que las personas cultiven diferentes relaciones, no solo en su trabajo sino en su vida cotidiana (con sus parejas, amigos, hijos y más), permitiendo la emergencia de una comprensión de los negocios como relaciones en las que el respeto es lo principal.
Así, lo que indispensablemente resulta es un hacer ético espontáneo, en el que me importa lo que al otro le pasa, y por lo tanto, puedo evitar hacerle daño.
La Universidad Sergio Arboleda es consecuente con este planteamiento y por ello se ha comprometido con su labor, en tanto educadora, de promover la ampliación de las comprensiones del ámbito empresarial, lo que se ha concretado en la creación de un Centro de Negociación y Relaciones (CNR), que estudia este tipo de dinámicas en la práctica empresarial.
En coherencia, para celebrar sus 30 años, nos invitó a reflexionar sobre cómo transformamos la cultura en el Encuentro Educación para la Transformación Cultural de Colombia, de manera que desde nuestra institución continuemos educando haceres éticos en los negocios en los que el respeto es lo central.
Milton Arteaga
Director Centro de Negociación Relacional Escuela Internacional de Administración y Marketing Universidad Sergio Arboleda