La semana que termina no resultó como las otras que marca el calendario, al menos para los colombianos. El motivo fue el cambio de Gobierno, con el cual se abrió un panorama distinto para un país que oscila entre el pesimismo y la esperanza. Y es que la llegada de Iván Duque al poder representa, aparte de una renovación generacional, el arribo de fórmulas diferentes orientadas a resolver los problemas nacionales de siempre.
Tal vez la propuesta más llamativa, dentro de las que se escucharon en la lluviosa tarde del 7 de agosto en el centro de Bogotá, es la de conseguir acuerdos sobre temas fundamentales. Tratar de congregar a una sociedad fragmentada permite soñar con una realidad distinta.
No obstante, esa quimera se enfrenta a complejas circunstancias políticas. El discurso del presidente del Senado en contra de la administración de Juan Manuel Santos no solo rompió con esa regla no escrita de que la ropa sucia se lava en casa -y no en presencia de invitados de todo el mundo- sino que resaltó que en la propia colectividad del nuevo mandatario, el ánimo de reconciliación es, por decir lo menos, escaso.
A pesar de ese baldado de agua fría, Iván Duque trató de demostrar que una cosa es lo que dicen quienes los respaldan en el Capitolio y otra lo que promulga la Casa de Nariño. Las visitas hechas a San Andrés, el Catatumbo y Tumaco se concentraron en enviar un mensaje de unidad.
Falta ver, sin embargo, si el clima cambia y los fuertes vientos que soplaron el día de la posesión presidencial amainan. La búsqueda de consensos será todo un desafío que le exigirá el Ejecutivo saber congregar a un variado número de actores políticos, académicos, empresariales y de la sociedad civil, para que superen sus contradicciones.
Debido a ello, no solo es necesario hacer presencia en las regiones apartadas sino en las capitales en donde la polarización es evidente. Reconstruir la confianza entre los antagonistas de los últimos tiempos no será fácil, lo cual exigirá del liderazgo de Duque. Mientras tanto, el contraste entre las palabras escuchadas el martes seguirá abierto a interpretaciones.
Ricardo Ávila Pinto
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