El de este martes fue uno de esos días que ponen a prueba los nervios de los inversionistas más experimentados. Prácticamente, en todas las latitudes, los mercados sufrieron fuertes variaciones que confirman aquellos pronósticos según los cuales la volatilidad en los precios de diversos títulos –o incluso en los bienes primarios– está de vuelta.
Tal como sucede en estos vaivenes, la confluencia de diversos factores alimentó el nerviosismo. Aparte de que subsisten las dudas sobre la salud futura de la economía mundial y la duración de un ciclo expansivo que apunta a ser uno de los más largos en décadas, aparecen incendios que nadie esperaba días atrás y pueden volverse conflagraciones.
Un ejemplo típico es lo sucedido tras el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi, ultimado por personas vinculadas al aparato de seguridad de Arabia Saudita en la sede del consulado de esa nación en Estambul. Las declaraciones del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien calificó el acto como “salvaje”, pusieron a Riad a la defensiva.
En un primer momento se creyó que, dada la censura internacional, los saudíes preferirían contestar reduciendo el suministro de petróleo, pues son el principal exportador mundial. No obstante, la señal fue exactamente la contraria y apunta a compensar el faltante que crearán en el suministro de crudo las sanciones contra Irán. Ello generó un bajón del cuatro por ciento en las cotizaciones, que ahora se acercan a los 76 dólares por barril.
Por otro lado, la actitud del Gobierno italiano de impulsar un presupuesto que va en contra de los preceptos de la Unión Europea, es un dolor de cabeza en aumento. Tanto como el retroceso de las acciones en China, ante la impresión de que las sanciones comerciales adoptadas por Washington tendrán consecuencias fuertes sobre miles de firmas.
Debido a ello, hay que insistir en que los altibajos serán la norma ahora. Los vientos cruzados soplarán con fuerza y eso agitará mucho más las aguas por las que navega el mundo.
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