El anuncio debería producirse hoy. Eso es lo que esperan los observadores con respecto a la decisión que tome Donald Trump sobre el pacto que en el 2015 firmaron una serie de potencias con Irán. Si los observadores tienen razón, Washington rompería el acuerdo que en su momento permitió levantar sanciones económicas contra Teherán, a cambio de que este se sometiera a una estricta supervisión de su estrategia de energía nuclear.
No vale la pena entrar en el debate sobre los méritos de lo firmado hace tres años. Lo que les importa a los mercados es que volver a los castigos limitaría la oferta de petróleo iraní, por cuenta de lo cual el precio del crudo volvió a subir en la jornada de ayer.
A lo anterior se suma Venezuela. El mundo tomó nota del fuerte discurso pronunciado por el vicepresidente estadounidense Mike Pence en la sede de la OEA, quien pidió a los demás integrantes de la organización multilateral suspender al régimen de Caracas. Al mismo tiempo, otros tres ciudadanos del país se sumaron a la larga lista que está bajo la mira de las autoridades norteamericanas por sus supuestos vínculos con el narcotráfico.
Sin embargo, lo que verdaderamente pesó en las cotizaciones de los hidrocarburos fue la toma de posesión de las instalaciones de PDVSA en la isla caribeña de Bonaire, por parte de la multinacional ConocoPhillips. Debido a ello, la compañía estatal venezolana pierde el manejo de un activo clave a la hora de mezclar refinados y despacharle petróleo a China, tal vez su principal cliente.
Aunque todavía es temprano para hacer cuentas, todo apunta a que habrá menos crudo disponible. La combinación de factores de origen geopolítico es el que explica que el barril de la variedad Brent –que es el que le importa a Colombia– se acerque a los 76 dólares, su nivel más alto en casi cuatro años. Y aunque los productores en la tierra del Tío Sam están bombeando cantidades récord, ahora se encuentran con un cuello de botella en los oleoductos, que no tiene solución rápida.
