El comunicado emitido por el Dane el viernes pasó relativamente desapercibido. De acuerdo con el pronunciamiento de la entidad, en mayo pasado el indicador de seguimiento de la economía tuvo una variación del 1,2 por ciento anual, una cifra que al público no le dice mucho, pero a los analistas sí.
Sin entrar en honduras técnicas, el mensaje de fondo de tan raquítico guarismo es que la desaceleración es todavía la norma. Aunque es posible que cuando se conozcan las estadísticas de junio empiece a verse alguna mejoría, más vale la pena no hacerse ilusiones. De tal manera, todo apunta a una expansión del Producto Interno Bruto inferior al 1,5 por ciento anual durante el primer semestre.
La cifra cobra vigencia a la luz de lo dicho por Juan Manuel Santos el 20 de julio, durante la instalación de las sesiones del Congreso. En su discurso, el mandatario aseguró que en la segunda mitad del 2017 tendrá lugar un repunte, cuyos resultados comienzan a verse.
Bajo la lógica presidencial, hechos como la baja en la inflación se combinan con la mejora en las exportaciones, o la buena evolución en la llegada de visitantes extranjeros. Además, está el efecto esperado de las inversiones en infraestructura, que han sido descritas como el núcleo de la política contracíclica.
No obstante, para que las cosas funcionen, es indispensable que tenga lugar una aceleración notable en estos meses. Puesto de otra manera, casi que habría que duplicar el ritmo de crecimiento del semestre pasado, si se trata de alcanzar la meta oficial de 2,3 por ciento de aumento en el Producto Interno Bruto para el presente año.
Impulsar la rueda para que gire mucho más rápido no será fácil. Es verdad que las menores tasas de interés le darán una mano a la demanda interna, pero resulta clave que la confianza de empresas y consumidores se fortalezca. Y no se trata tan solo de factores objetivos como el empleo, sino de la percepción que la gente tenga de un país en el cual el pesimismo manda todavía la parada.
A lo anterior hay que agregar que el Gobierno necesita enmendar la plana en múltiples frentes. Para solo mencionar uno, está obligado a concentrarse en desmontar los obstáculos que entorpecen la marcha de las concesiones viales de cuarta generación. De lo contrario, pensar en crecer más rápido no será una promesa, sino una quimera.
Toda una quimera
El comunicado emitido por el Dane el viernes pasó relativamente desapercibido.
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