Es común escuchar que Colombia tiene un gran potencial en la producción de su sector agropecuario. Es uno de los ejes de la ‘nueva economía’ que debe sustituir a la locomotora minera, que nunca arrancó. Lo que no es claro es cómo convertir ese potencial en realidad.
En las varias regiones del país se está trabajando en diseñar estrategias y generar proyectos que aterricen los planes y objetivos generales para lograr que el país llegue a ser proveedor importante de la despensa alimentaria del mundo.
En esta línea, se celebró esta semana en Cali un foro sobre las Perspectivas del Sector Agrícola del Valle del Cauca, en el que se dieron cita funcionarios públicos, investigadores y, lo más significativo, empresarios que ya están apostándole a nuevos proyectos agrícolas para analizar estos temas.
Por su geografía, condiciones agronómicas, diversidad de pisos térmicos y disponibilidad de agua, el Valle es una de las regiones líderes en la producción agrícola, empezando por el clúster de la caña de azúcar. Más aún, este fue uno de los pocos productos que no solo logró mantenerse, sino que aumentó el área sembrada y el volumen cultivado, en medio del declive general del sector agrícola que indujo la forma como se hizo la apertura comercial en las últimas décadas.
La otra cara de la moneda es que el área sembrada de caña aumentó hasta casi 250.000 hectáreas, desplazando así a casi todos los productos cultivados. Como consecuencia, la producción de azúcar aumentó mucho más que el consumo interno, de manera que casi un tercio de lo producido se debe exportar –a veces a pérdida– a un mercado internacional muy distorsionado por los subsidios y las barreras impuestas por los grandes compradores como Estados Unidos y Europa.
A pesar de que el Valle tiene una de las mayores producciones mundiales de azúcar, la rentabilidad del cultivo es inferior a otros productos. Por ejemplo, el valor de la piña cosechada en Costa Rica en solo 42.000 hectáreas es similar al valor de la siega de azúcar. Otro caso es Chile, que en 296.000 hectáreas sembradas de fruta genera un valor agregado de 5.000 millones de dólares, más de cinco veces lo que se produce en azúcar.
Diversificación es la ruta del futuro. Los ingenios deben reducir el excedente exportable de azúcar, y para hacerlo tienen dos caminos. El primero es diversificar los productos obtenidos de la caña, buscando otros que tengan mayor valor agregado –ya lo han hecho con el etanol y la cogeneración de energía eléctrica– e incursionar con más empeño en el área de la sucroquímica, con productos que ya se fabrican en otras latitudes como el plástico verde, que no es derivado del petróleo, sino del etanol de caña, y tiene menor impacto ambiental.
El segundo es la sustitución de cañadulzales, sobre todo en terrenos marginales que tienen baja productividad, por frutas como la piña o el mango, que no solo son más rentables, sino que tienen posibilidades de exportación, pues la demanda mundial está creciendo más que la oferta, dado que Costa Rica, el primer exportador del mundo, puso límite a los nuevos cultivos.
La necesidad de diversificación y desarrollo de nuevos cultivos no se circunscribe a la zona plana del Valle. También en el piedemonte y en las laderas de las dos cordilleras, así como en las zonas de alta montaña hay excelentes posibilidades para el cultivo de frutales que tienen gran demanda en los mercados internacionales, como uvas, melones, limones y naranjas, papaya, moras y fresas.
Además de la iniciativa empresarial, que ya está empezando a darse, para que contemos con una oferta exportable de estos productos, el país debe hacer una inversión importante en investigación y desarrollo. La fruticultura chilena es soportada por 27 centros de investigación con múltiples aportes a los productores como el desarrollo nuevas variedades, el control de plagas y enfermedades, o tecnologías para mejorar la productividad. No es posible la diversificación agrícola sin el apoyo de la investigación.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto
editorial
Diversificar es la clave
Es común escuchar que Colombia tiene un gran potencial en la producción de su sector agropecuario. Es uno de los ejes de la ‘nueva economía’.
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