La tasa de crecimiento del país entre el 2000 y el 2014 fue de un excelente 4,5 por ciento anual. El promedio de los últimos dos años está por debajo del 3 por ciento, y las expectativas no son favorables, pues las fuentes del crecimiento para la próxima década no son claras. Recordemos que desde los años cuarenta hasta los setenta fue la sustitución de importaciones, en los ochenta y noventa, la integración regional y la apertura económica, y en lo que va de este siglo lo constituyó el auge en los precios de las materias primas jalonadas por el crecimiento de la China.
Hay quienes afirman que la inversión en infraestructura vial y de vivienda, así como las mayores exportaciones, producto de la devaluación, son las nuevas fuentes de desarrollo. Las primeras dos ayudan, y la devaluación tiene sus pros y sus contras. La nueva generación de concesiones viales debe inyectarle a la economía unos 50 billones de pesos en los próximos cinco años, que duplica la inversión actual del sector.
Esto debe agregarle un punto anual de crecimiento al PIB, y además de reducir los costos de la logística, integrará a las principales regiones del país, permitiendo mayor comercio entre estas y ganancias por eficiencia en los procesos de especialización productiva que se darán.
Por su parte, la vivienda también tiene un elevado multiplicador en el PIB, el empleo, así como un impacto social favorable. No obstante, en esta coyuntura de restricción fiscal habrá que priorizar la vivienda subsidiada sobre la gratuita para maximizar sus beneficios.
La devaluación de 1.800 a 3.000 pesos por dólar ha llevado a muchas empresas a buscar sustituir importaciones, utilizando capacidad instalada de su cadena de proveedores local, pero ese es un evento de una sola vez y su potencial se agotó. Más preocupante aún es que la gran devaluación, unida a un nivel elevado de tributación efectiva, ha reducido sustancialmente la tasa de inversión en el país.
Lo anterior lleva a una situación indeseable de alto uso de capacidad instalada con poca formación de capital fijo. Por esto es muy poca la nueva oferta exportable que se ha generado. Incluso, muchos de los exportadores hasta ahora están transitando la curva de aprendizaje de pasar de que les compraran en Venezuela y Ecuador a vender en mercados competidos como Centro América, México, Perú y Chile. O Estados Unidos y Europa, donde compiten con los asiáticos y los del este europeos.
Limitados a estas medidas, corremos el riesgo de estancar el crecimiento del ingreso en tasas del 3 por ciento anual. Y aunque surge una oportunidad con el posconflicto: la integración de nuevas zonas del país al espacio económico formal y lograr una convergencia regional, para esto se necesita una economía abierta, en la cual la producción agropecuaria y agroindustrial sea competitiva en los mercados externos, pues el interno es poco lo adicional que puede absorber. Ello requiere reducir aranceles que eliminen el sesgo antiexportador, agroquímicos, semillas y fertilizantes a precios internacionales, paquetes tecnológicos modernos, vías terciarias y el desarrollo empresarial del campo, que pasa por su formalización.
También se necesita una nueva estructura tributaria que mantenga adecuados incentivos a la inversión. Es clave invertir en el catastro para mejorar las finanzas regionales, poner a tributar a los sectores que no lo hacen, así como tener menos tolerancia con la evasión. Por otro lado, combatir la alta informalidad incluye tener bajas tasas de tributación empresarial, menores parafiscales, facilidad para crear empresas y una política de Ciencia Tecnología e Innovación con recursos, las cuales podrían incentivar la formalidad y la inversión.
Finalmente, hay que generar oferta exportable moderna y para ello hacer parte de las Cadenas Globales de Valor debe ser una meta, así como fomentar el uso del régimen de zonas francas para atraer inversión extranjera. Sin nuevas fuentes de crecimiento, tasas del PIB de más de 4 por ciento solo serán un lejano recuerdo.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
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La tasa de crecimiento del país entre el 2000 y el 2014 fue de un excelente 4,5% anual. El promedio de los últimos dos años está por debajo del 3%.
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