A veces hay realidades que sacuden y de paso comprueban que Colombia no solo es un país de inmensas contradicciones, sino uno que tiene un largo trecho por recorrer si desea acercarse a los estándares propios de las sociedades civilizadas. El cobarde asesinato de tres geólogos vinculados a la empresa Continental Gold durante la semana que termina, forma parte de esos hechos que deprimen e inquietan.
La explicación formal es una. Un reducto de disidentes del antiguo frente 36 de las Farc atacó un campamento de profesionales de la exploración minera, ubicado en corregimiento de Ochalí, municipio de Yarumal, en el departamento de Antioquia. Es difícil entender por qué las autoridades no reaccionaron para proteger a quienes simplemente estaban haciendo su trabajo, o cuáles son los protocolos de seguridad en una compañía que recibió alertas sobre las amenazas presentes en la zona.
Desde el punto de vista de los organismos de seguridad, es obligatorio perseguir a los culpables de haber sembrado la muerte, con el fin de que sean castigados por la justicia. Pero más allá del éxito que tengan las Fuerzas Armadas en su labor de capturar criminales, el asunto de fondo es si hay garantías o no para el desarrollo de actividades privadas legítimas, en cualquier punto del mapa.
No menos preocupante es que aquí está en juego el futuro de la actividad minera que cumple las normas establecidas. Conseguir que la explotación de las riquezas que existen en el subsuelo se haga de manera correcta y no por cuenta de las operaciones informales que envenenan montañas, ríos y riberas, es una obligación que le compete al Estado.
Debido a ello, aparte de llorar a quienes pagaron con su vida la insensatez de unos pocos, es obligación pedirle cuentas al Gobierno con respecto a las acciones que adelantará para respaldar la minería formal. Los ataque sucedidos en el área de Buriticá, en donde la misma empresa resiste el embate de las bandas criminales, dejan en claro que la verdadera guerra es la que se plantea contra la ilegalidad. Y la única opción frente a ese reto es ganar. Cueste lo que cueste.
Ricardo Ávila Pinto
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