Es posible que no haya nada tan presente en la vida cotidiana de cualquier persona como los contratos. Y es que cualquier relación que entablen dos personas, naturales o jurídicas, ya sea de amistad, sentimental o de negocios, tiene que ver que el asunto de manera explícita o no.
La Real Academia define el término como “pacto o convenio, oral o escrito, entre partes que se obligan sobre materia o cosa determinada, y a cuyo incumplimiento pueden ser compelidas”. Tradicionalmente, las violaciones a la palabra empeñada ocupan a los abogados en las más diversas latitudes.
Sin embargo, los economistas también han metido baza en el tema. Tanto, que el Premio Nobel de Economía, anunciado este lunes en Estocolmo, galardonó a los profesores Bengt Holmström, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y a Oliver Hart, de la Universidad de Harvard, por las teorías desarrolladas por cada uno al respecto.
El aporte de los académicos mencionados tiene que ver con el diseño de contratos y la inclusión de incentivos para que las cosas funcionen bien. Un ejemplo típico es el del deducible en los seguros, sin el cual es posible que las tasas de siniestralidad se dispararan, pues no habría aliciente para evitar ciertos eventos catastróficos.
Los análisis tocan temas adicionales como el pago variable a los ejecutivos de alto nivel, o la prestación de ciertos servicios por parte del sector privado. Una de las conclusiones obtenidas sirvió para que el manejo de las prisiones por empresas en Estados Unidos empezara a desmontarse.
Al hacer la disección de los pactos o convenios que asumimos, los triunfadores del 2016 ayudan a entender claramente los elementos claves de la contratación. Usar esas lecciones serviría mucho en Colombia.
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