Aquello de que “después de la tempestad viene la calma”, bien podría aplicársele a lo sucedido en Colombia durante la semana que termina. Tras una larga e intensa campaña electoral que concluyó con el triunfo de Iván Duque en las elecciones del 17 de junio, las cosas volvieron a un ritmo relativamente normal.
Superada la incertidumbre política, la preocupación de la mayoría se centró en el Mundial de Fútbol y los sinsabores dejados por la Selección nacional. Por su parte, los observadores políticos tomaron nota de las reuniones que sostuvo el presidente electo con diferentes poderes, comenzando por quien le entregará las llaves de la Casa de Nariño, el actual inquilino, Juan Manuel Santos.
En todos los casos, la nota predominante fue la cordialidad. Fiel a lo dicho durante su discurso de victoria, el nuevo mandatario conversó con los representantes del gobierno saliente, los titulares del poder judicial y los encargados de los entes de control. En cada caso, se dejó en claro el ánimo de colaborar, respetando los fueros de cada uno.
El parte no fue igual de positivo en el caso del Congreso. La discusión en torno al reglamento de la jurisdicción especial para la paz demostró que el tema sigue siendo un motivo de división. Si bien surgió la posibilidad de una negociación que lleve a un consenso, quedan varios obstáculos por remontar antes de que se pueda decir que el impasse se superó.
Aun así, el tono de Duque y su voluntad de escuchar, sirven para bajarle la temperatura al ambiente. La gran incógnita es si Gustavo Petro y su capacidad de movilizar multitudes empezarán a verse más temprano que tarde. Los trinos de quien será el jefe de la oposición desde el Capitolio dan pie para pensar que este no cejará en sus ataques.
Por tal razón, la calma de los últimos días sería de corta duración. En el intermedio, quienes están encargados del empalme deben exigirles a sus contrapartes en la administración saliente el mayor esfuerzo de cooperación posible para entender los retos, de corto, mediano y largo plazo. Porque el espacio para aprender sobre la marcha es mínimo.