Cuando el Fondo Monetario Internacional dio a conocer la semana pasada su más reciente ejercicio de proyecciones sobre el comportamiento de la economía mundial, dos cosas saltaron a la vista. La primera, que las perspectivas para el planeta en su conjunto son mejores de lo que se pensaba hace apenas tres meses. La segunda, que la anhelada recuperación de América Latina ahora será más débil de lo que se creía.
Esa sensación de que la región va casi en contravía de las demás latitudes no es nueva. El año pasado, el crecimiento de los países del área mostró una contracción de 1 por ciento, tras un estancamiento en el 2015. Para el 2017, la expectativa es de una expansión del 1,1 por ciento, que apenas sirve a la hora de recuperar el terreno perdido.
La fotografía empeora cuando se tiene en cuenta la población. Dicho de otra manera, el ingreso por habitante lleva tres años retrocediendo, lo cual quiere decir que el latinoamericano promedio es más pobre que en el 2014, con lo cual algunas de las mejoras sociales de este siglo desaparecieron.
El tropezón tiene como causa principal la caída en los precios de las materias primas, que afectó especialmente a los países ubicados en América del Sur. A lo anterior se suman las dificultades políticas en Brasil, el ajuste observado en Argentina, o la debacle de Venezuela, cuyo caso ya es considerado una tragedia humanitaria por el FMI.
No obstante, lo que genera inquietud es que los vientos de la tímida reactivación que se observa en otros continentes, no soplan del todo por aquí. Al respecto, el Fondo señala que el problema es que la demanda interna en un buen número de naciones se ha debilitado, como consecuencia de diferentes circunstancias que influyen sobre el ánimo de los consumidores.
Por ejemplo, puede ser que las amenazas de la administración Trump con respecto a México no se hayan concretado en la práctica, pero los habitantes de ese país son más cautos a la hora de gastar su dinero. De otro lado, los escándalos de corrupción y la turbulencia política hacen el ambiente más oscuro.
Lo anterior no quiere decir que no haya pasado nada. El déficit externo, que era una gran amenaza, bajó de manera importante, pero el agujero fiscal es mayor. Debido a ello, vuelve a surgir la lista de tareas pendientes en una región cuyo futuro sigue sin
despejarse.
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto
Sin futuro despejado
La anhelada recuperación de América Latina ahora será más débil de lo que se creía.
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