No ha cesado la polémica entre los analistas y el Gobierno con respecto al informe que dio a conocer el Dane sobre la evolución de la pobreza en Colombia. Tal como se supo en la semana que termina, si el parámetro de medición es el ingreso de los hogares, tuvo lugar un retroceso ligero, pero significativo. En cambio, si el criterio es uno multidimensional, los avances de los últimos años continuaron.
Parte de la discusión tiene que ver con que el Ejecutivo hizo énfasis en la caída de la pobreza monetaria hasta que le convino. Si se miran los comunicados de la Casa de Nariño emitidos en años pasados, es evidente que al Ejecutivo este concepto relativamente restringido –que sigue siendo la norma a la hora de hacer comparaciones internacionales– no le parecía nada malo.
Por su parte, el enfoque multidimensional es respetado y aceptado por los técnicos, así su uso todavía no sea masivo. Más que capacidad de compra, este se enfoca en calidad de vida y acceso a bienes públicos, por lo cual es válido que en el país se tomen ambas fotografías para entender la realidad.
Sin embargo, las mejoras en este terreno no deberían impedir que se reconozca que el viento en contra deja secuelas. Así lo reveló, a mediados de marzo, la encuesta de calidad de vida que también hace el Dane todos los años.
En concreto, frente a la pregunta dirigida al jefe de hogar o a su cónyuge sobre si los ingresos alcanzan para cubrir los costos mínimos de manutención, 32 por ciento de los interrogados en el 2016 contestó que no. Dicha proporción es nueve puntos porcentuales más elevada que en el año precedente.
Semejante salto es sintomático de que el costo de vida hizo las cosas más difíciles, como de hecho lo reflejan los datos sobre pobreza monetaria. Debido a ello, en lugar de actuar de manera defensiva, la administración Santos debería reconocer el problema y aceptar que a veces la realidad es buena y a veces, no.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto
Una cara de la moneda
La administración Santos debería reconocer el problema y aceptar que a veces la realidad es buena y a veces, no.
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