El Cauca se calentó. Los indígenas alzaron su voz y se hicieron sentir. El tema puede mirarse por lo que parece ser o por lo que realmente es.
Aparentemente, por las noticias y las primeras declaraciones y reacciones, se trata de la presencia o no de los militares en la zona. Los indígenas dicen “no queremos ni militares ni guerrilleros”, mientras que el Gobierno afirma: “se equivocan, no nos vamos”.
Pero ese no es el asunto central, apenas es el detonante.
A finales de los años 90, durante el Gobierno Barco, el Cauca se pacificó. Se desmovilizó el grupo guerrillero indigenista Quintín Lame, y en Santo Domingo se firmó la paz con el M-19. Y lo más importante, floreció el Plan Nacional de Rehabilitación, PNR, que facilitó ese escenario de reconciliación.
¿Qué era el PNR? Una política pública en la cual lo fundamental no fueron las inversiones, sino la manera como estas se definían: mediante el diálogo con todos los sectores sociales.
Fue la forma de separar a la guerrilla de la comunidad y crear confianza entre la gente y el Gobierno.
Un diálogo sobre los temas del desarrollo en el cual no había cabida para los ilegales, y donde los voceros eran los líderes de base.
Este proceso ayudó a crear las condiciones para hacer la paz con estos dos grupos guerrilleros y aislar a las Farc, que siguieron armadas.
El antecedente es relevante de cara a lo que hoy ocurre, porque los protagonistas son los mismos: indígenas; guerrilla; Ejército; comunidades; gobiernos nacional, departamental y municipal.
El presidente Santos puede beneficiarse de esta experiencia y buscar una solución similar. En todo esto, hay mitos y realidades.
El primer mito ya lo dijimos: se trata, únicamente, de un tema militar y no sociopolítico.
Falso. Los indígenas del Cauca son comunidades maduras que ya han pasado por esto antes y saben lidiarlo.
La fuerza de sus convicciones y su legado cultural son lo esencial: son amantes de la paz y no de la guerra.
No quieren el conflicto en sus territorios, y aquí nace el segundo mito: todos los indígenas son guerrilleros, amigos o facilitadores de la guerrilla. Falso. Es una equivocación recurrente y dañina.
La solución no es confrontar a los indígenas, sino aislar a la guerrilla, como se hizo con el PNR, mediante el diálogo democrático entre los actores democráticos.
Por supuesto, no está en discusión la presencia del Ejército en la zona, que es una obligación constitucional a la que el Estado no puede renunciar. No hay ningún territorio vedado a la presencia militar, como a la de ninguna institución del Estado.
Esto no es negociable y es deber de todos respetarlo, incluidos los indígenas.
El Gobierno, en todo este proceso, puede tener la iniciativa mediante un vocero civil que sea capaz de escuchar y liderar soluciones viables. La situación es delicada y requiere un manejo que integre todas las variables: militar, social, política.
Ojalá el presidente Santos escuche distintas posiciones constructivas y realistas, que lo sitúen en el escenario completo de la situación y no solamente en lo que aparenta ser. La historia puede ser, en este momento, una buena consejera.
Ricardo Santamaría
Politólogo – Periodista