El presidente Juan Manuel Santos, a efectos del escenario político, abrió un debate histórico para Colombia y el mundo: el de cambiar el paradigma nacional e internacional con el cual países y organismos internacionales están enfrentando el fenómeno de las drogas ilícitas.
Ya son demasiadas las evidencias de estudios independientes y serios que dan cuenta de que el enfoque actual de represión y criminalización es un fracaso. Los carteles de drogas, en Colombia y el mundo, se reproducen de diferentes maneras y cada día hay más adictos a estas sustancias.
El nuevo paradigma de las drogas se basa en el principio de que es un asunto de salud pública y no de seguridad nacional. Así, se pueden volcar todos los recursos nacionales e internacionales que hoy se gastan en perseguir narcotraficantes y consumidores, hacia campañas públicas y programas para tratar y prevenir adictos.
El objetivo es doble: legalizar y despenalizar para que haya menos consumidores de drogas así como arrebatarles este negocio a los criminales y narcotraficantes que hoy se enriquecen y siembran dolor y corrupción en los países, gracias a la política de prohibición.
Son muchos los que desde hace años entendieron que la solución no es más represión, pero es la primera vez que un jefe de Estado, de un país como Colombia –ejemplo internacional de cómo enfrentar a los narcotraficantes y sus aliados– plantea que hay otras posibilidades para enfrentar el fenómeno de las drogas.
No habló de legalización, pero muchos lo entendimos así.
Y está bien que el debate no tenga rótulos por los prejuicios que existen. Santos presentó el asunto como es: un tema que puede ser abordado en el seno de la ONU para que de allí salga un nuevo consenso internacional orientado a enfrentar este flagelo, no ya desde los comandos militares y policiales del mundo, sino desde los ministerios de salud pública.
El acuerdo en la ONU es simple: no se persigue más ni la siembra, procesamiento ni venta de estas drogas; se controla y se le ponen impuestos altos para que no sean productos competitivos; y no se encarcelan más a los consumidores de estas drogas, sino que se les invita a programas para que salgan del consumo y la adicción.
El presidente Obama, de Estados Unidos, está en plena campaña de reelección y puede ser su bandera histórica si decide tomarla.
Un mandatario que hasta ahora no ha cumplido las expectativas de su llegada al poder. Ha hecho su trabajo de forma aceptable pero no ha producido la revolución que se esperaba, sobre todo en el escenario internacional, donde la promesa era un nuevo liderazgo de Estados Unidos que hoy sigue siendo el mismo: zanahoria y garrote. Para el caso de Colombia, TLC (libre comercio) y Plan Colombia (represión).
Los líderes del mundo, como Juan Manuel Santos, enfrentan un reto histórico para transformar una realidad que hoy no da más espera: modificar una política internacional fracasada a favor de millones de seres humanos.