Todos los procesos de paz en el mundo tienen su sello distintivo. El mascarón de proa, que los identifica de forma simple y profunda a la vez.
El de Suráfrica es el de la verdad. Una sociedad que se reconcilió a través de hacer público lo que ocurrió en los años oscuros del Apartheid. El de Irlanda, compartir el poder entre antiguos enemigos, separados por la religión. El de Nepal, hacer una reforma para pasar de una monarquía a una democracia. El de Centroamérica, desarmar unos ejércitos regulares e irregulares en unas naciones que se convirtieron en escenario de la Guerra Fría, de la confrontación entre capitalismo y comunismo.
¿Cuál es el sello distintivo del proceso de paz de Colombia? Yo creo que la paz de nuestro país se está forjando alrededor de cuatro ideas básicas: reconocimiento y resarcimiento de las víctimas del conflicto, verdad de lo ocurrido, perdón y ejercicio de la política sin armas.
¿Qué representa cada una de ellas en nuestra historia reciente? El reconocimiento y resarcimiento de las víctimas del conflicto es esencial, porque son muchas –no miles, sino millones–, y porque en anteriores procesos con otros grupos guerrilleros, este no fue un tema central. Reconocer su existencia, hacer visibles sus historias, y adelantar procesos de reparación es uno de los ejes fundamentales de la reconciliación. El dolor de las víctimas de la violencia no es solo de ellas, sino de todos los colombianos.
La verdad, es la oportunidad de que todos seamos conscientes de lo ocurrido, para nunca más repetirlo. Y es un proceso que le abre camino a la justicia y al perdón. La paz está llena de perdones, que abarca a todos los colombianos sin distingo. Tiene como protagonistas a víctimas y victimarios, pero al final, si se firman los acuerdos para ponerle fin al conflicto, y estos se llevan a un plebiscito, detrás de cada voto por el SÍ a la paz, hay un perdón. Un perdón generalizado a todos los actores del conflicto.
Y el ejercicio de la política sin armas es acabar con la combinación de las formas de lucha, no importa si viene de la izquierda o la derecha. No más violencia en la política colombiana, que, lamentablemente, ha sido algo recurrente a lo largo de toda nuestra historia. La política se hace con discursos y no con balas. Punto.
Por supuesto, el tema de justicia gravita alrededor de todos estos aspectos. Entre más verdad, más justicia. Al final, víctimas y victimarios se encontrarán con la justicia, unos para responder, y otros para ser reconocidos y reparados. Y la justicia será también parte esencial del posconflicto para que todo vuelva a la normalidad democrática y no se repitan los horrores que vivimos en el conflicto.
¿Cuál de todos estos procesos será el que se imponga con mayor fuerza para que se convierta en el sello distintivo del proceso de paz de Colombia? Está por verse.
El de Colombia, en el escenario internacional, es el proceso más completo de los últimos tiempos, en la medida en que incorpora todos los elementos relevantes para que una sociedad moderna pase del conflicto a la reconciliación: verdad, reparación, reconocimiento de las víctimas, justicia transicional, reformas constitucionales y políticas, proyectos económicos y sociales, políticas efectivas para acabar con los cultivos ilícitos y el narcotráfico, dejación de armas, reintegración a la vida civil de excombatientes ilegales, cese al fuego, plebiscito. Es la paz como un proceso integral de responsabilidad de todos los colombianos.
Ricardo Santamaría
Analista
risasa1960@gmail.com