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Ricardo Santamaría

Siete razones para hacer inversión social

Ricardo Santamaría
POR:
Ricardo Santamaría

 

El tema de la responsabilidad social empresarial no es una moda. Se sustenta en un planteamiento simple y poderos hoy impulsado por muchos: en el quehacer privado hay una dimensión pública.

Hay una responsabilidad de las empresas, los empresarios y los grupos económicos con el país. Con aquellas causas sociales más sentidas: la pobreza, el analfabetismo, la educación, el deporte, la cultura, el acceso a agua potable, el medio ambiente, el fortalecimiento institucional.

Segundo: es un dinero o presupuesto que sale de las utilidades de las empresas, luego de pagar impuestos o regalías.

No es obligatoria desde el punto de vista legal, sino una contribución voluntaria. Además, puede ser tan grande, como lo sea el compromiso y la solidaridad de los dueños de las organizaciones con las causas sociales de sus preferencias.

Tercero: la responsabilidad social empresarial genera valor para las compañías. Por eso es una inversión, no un gasto. Y lo genera en la medida en que les da buena reputación, lo cual hoy, en un mercado global y altamente competido, es uno de los atributos más importantes de las marcas para diferenciarse y destacarse frente a los consumidores o clientes.

Hoy no sólo basta con ser buen empresario: hay que ser buen ciudadano.

Cuarto: es legítimo, dentro de las estrategias de comunicación de las organizaciones, dar a conocer las acciones de responsabilidad social. Pero más vale que se trate de políticas o proyectos sostenibles a largo plazo. Ese es el objetivo: ayudar a transformar la sociedad, una comunidad, una familia, una persona. Si es maquillaje para un día, para una supuesta buena imagen de la empresa, no sirve. Todos se dan cuenta de que es propaganda, no comunicación real.

Quinto: no importa si la empresa es grande, mediana o pequeña, todos pueden tener un programa de responsabilidad social acorde con su tamaño, y comunicarlo cuando esté marchando y tenga resultados concretos.

No se trata de hacer donaciones –lo cual, por supuesto, está muy bien–, sino de generar procesos, impulsar el emprendimiento, ayudar a unas personas o comunidades que necesitan apoyo para salir adelante.

Sexto: no son planes que surgen de la creatividad en unas oficinas, sino que se construyen en diálogo y concertaciones con personas o comunidades, y que se aplican con el concurso de ellos mismos.

Séptimo: son programas o proyectos que pueden encontrar cofinanciación en entidades públicas, ONG o bancos nacionales o multilaterales. Si se trata de buenas iniciativas, generalmente encuentras socios que los potencian aún más con asesoría o financiación.

Finalmente, las empresas que se meten por este camino en serio se humanizan. Entienden que no pueden generar riqueza en medio de la pobreza. Y eso abre posibilidades de más y mejores negocios.

Ejemplos nacionales e internacionales hay muchos: empresas que año tras año crecen sus presupuestos y donaciones de responsabilidad social y, al mismo tiempo, crecen sus ventas y nuevos negocios. La prosperidad trae más prosperidad.

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