Hacia comienzos de los años 90 tuve la oportunidad de escuchar al general Vernon Walters, quien fue embajador de Estados Unidos en Alemania oriental y había participado con Marshall en el proceso de reconstrucción de la Europa de la posguerra.
Decía Walters, que con la caída del muro de Berlín, Estados Unidos había triunfado en la Guerra Fría –episodio que los milennials y las generaciones Y y Z quizás solo han oído mencionar en algún video juego, pero que fue un hecho que polarizó al mundo por más de 40 años, a niveles insospechados de peligro, por la amenaza de una guerra nuclear–.
También sostenía Walters, que lo relevante a partir de ese momento era el desafío que asumía Estados Unidos de demostrar al mundo y a las generaciones venideras que había valido la pena la confrontación, y que la economía de mercado y el sistema democrático eran mucho mejor que los regímenes autoritarios y la planificación centralizada de la economía.
Pues bien, después de los desastres de Bush, con sus intervenciones insensatas en Irak y Afganistán, y de las crisis económicas inducidas por la codicia desmedida de quienes manejaban grandes empresas, no solo en el ramo financiero, con las famosas hipotecas sub prime, sino del sector real, como ocurrió con Enron, el sistema capitalista quedó cuestionado y planteamientos de libre mercado de la época de Ronald Reagan y Margaret Thatcher entraron en clara contradicción con la economía del bienestar, que había sustentado la recuperación económica de la Europa de la posguerra.
Esto y mucho más resquebrajó el sistema norteamericano y puso de presente las grandes distorsiones que un modelo sin regulaciones ni controles adecuados podía generar y llevó al país, que cimentaba su poderío en la gran clase media predominante, a presentar condiciones de desigualdad similares a las de cualquier país del mundo en desarrollo y a mostrar deficiencias incomprensibles en temas como el de la cobertura del sistema de salud.
Falencias estas que dieron origen al debate que ha tenido tanta importancia en los últimos años, como es el del Medicare.
Estas cosas, y muchas otras como el del crecimiento de minorías de los latinos, han agudizado contradicciones en un país que muestra contrastes tan marcados entre ese ‘gringo’ de Estados Unidos profundo, que es cada vez más aislacionista, fundamentalista en sus posiciones religiosas y políticas, y el norteamericano liberal, globalizado y culto que, con frecuencia, es más una excepción.
Ese desbarajuste de todo tipo en la sociedad es el que explica, en gran medida, el panorama político de la actualidad. Ya había sido evidente el primer campanazo que se observó con la señora Sara Palin y el radicalismo del Tea Party.
Hoy, es prácticamente un hecho que el candidato republicano será el exótico señor Donald Trump, y, aunque improbable, es posible que llegue a la Casa Blanca.
La consecuencias para el mundo serían insospechadas, y países como el nuestro, que tanto dependemos de Estados Unidos, deberíamos estar preparados para un escenario de esas características.
Consultor privado
rvillavecesp@gm
Ricardo Villaveces P.
Les quedó grande
Improbable, pero es posible que Donald Trump llegue a la Casa Blanca. Colombia, dependiente de EE. UU., debería estar preparado para ese escenario.
POR:
Ricardo Villaveces P.
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