En este escenario tan incierto que caracteriza el actual proceso electoral, todo parece limitarse a la elección presidencial. Encuestas y encuestas. Que si subió Petro, que si bajó Fajardo, que si Vargas Lleras, e, incluso, se le pone atención a los muy particulares candidatos de las extremas que no tienen posibilidad alguna de ser elegidos, pero que contribuyen a distraer la opinión con sus desatinados planteamientos. Lo que no se debe perder de vista es que lo inmediato, y que no se pueden menospreciar, son las elecciones del 11 de marzo.
La atención de la opinión en relación con esta fecha se centra en las consultas, y poca atención le pone a la elección de los congresistas. Ese, sin duda, es un gran error. El asunto de las consultas es bien extraño, pues, como dice el profesor Cepeda, la de Petro y Caicedo no pasa de ser una estrategia de Petro para ganar más reconocimiento. El señor Caicedo no tiene posibilidad alguna de ganarle, entonces, se trata solo de otro gol de Petro, quien ha demostrado una habilidad maquiavélica muy efectiva. La de Duque y Marta Lucía, por su parte, es un fenómeno muy particular de un grupo político, aparentemente cohesionado, que resuelve entregar la elección de su candidato a terceros. No cabe duda que en esa consulta votarán muchas personas que nada tienen que ver con ese sector político, pero que quieren incidir, o que les parece apropiado opinar en un proceso que debería ser del resorte de los miembros de ese movimiento. De otra parte, con esa decisión de las listas abiertas, la incertidumbre solo se aumenta, pues cada candidato al Congreso estará trabajando por su campaña antes que preocupándose por el tema de la presidencia, para lo que ya tendrán tiempo de hacerlo con el que salga ganador.
Lo que resulta muy preocupante es que la conformación del nuevo Congreso poco interés despierta, y con ese Congreso es que va a gobernar el nuevo presidente, quien quiera que sea elegido. Después de ver los episodios de corrupción, pero también lo importante que resulta un Congreso que apoye decididamente a un gobierno, o que se oponga cuando sea el caso, el tema pareciera no ser del interés de los colombianos. Más preocupante es todo esto, cuando vemos que las listas abiertas y, sobre todo, la inmensa debilidad de los partidos convierte estas elecciones en un esfuerzo de microempresas electorales, algunas de las cuales –ya se ha denunciado– no son sino intentos de ‘ejercer en cuerpo ajeno’ por parte de los que ya están en la cárcel o inhabilitados.
De otra parte, la dificultad que tiene el ciudadano del común para entender que el Congreso y el gobierno son cosas diferentes, sumado al desprestigio del gobierno saliente, crea otro riesgo, y es que se quiera cambiar caras, por cambiar, sin saber, al final, por quién se está votando.
Es momento, pues, de informarse y reflexionar por quién se va a votar en esa fecha que mucho va a incidir en el futuro inmediato de la nación.