Son muchos los ángulos desde los cuales se puede mirar la reciente visita del Papa. Lo que no cabe duda, cualquiera que sea la perspectiva con que se mire, es que se trató de un evento muy significativo que puso de presente sentimientos y actitudes que, entre tantas y tantas turbulencias, hacía mucho no se veían, si es que acaso había ocurrido algo parecido.
Sin duda, para los creyentes y practicantes de la religión católica, se trató de algo trascendental. Lo sorprendente es que aún entre personas poco amigas de los ritos, y/o ateos o agnósticos por convicción, la visita fue algo de gran calado a la que se le reconoce un carácter muy especial. Qué va a quedar de esto, solo el tiempo lo dirá.
Mensajes hubo por doquier, y cada uno los entenderá desde su óptica, lo que es poco probable es que pasen desapercibidos. Ojalá, a un país tan polarizado esto le ayude a reencontrar el camino de esa unidad tan esquiva que, de no ser así y seguir atizándose la polarización, nos puede llevar a vivir tiempos muy aciagos.
Lo que vimos en esos días es que se manifestó un país huérfano de liderazgo y de alguien que le dé esperanza frente a esa ola de pesimismo en que hemos estado envueltos los colombianos desde hace varios años. Las multitudes que salieron en todas las ciudades y mostraron una disposición a responder de manera entusiasta al llamado de quien tenga verdadera capacidad de convocatoria. Seguramente, muchos de quienes estuvieron en las calles poca oportunidad tuvieron de escuchar todas las palabras del Papa, pero más que eso, lo que estaban era atendiendo a un llamado de alguien que no les ofrecía soluciones concretas, pero sí esperanza y alegría.
Quedó claro, también, que las iglesias cristianas, que andan tan activas en el campo político, no tienen el monopolio de la fe, así como que son muchísimos los colombianos que, por tradición o por convicción, ven en la Iglesia católica su orientadora. Qué responsabilidad tan grande lo que esto supone para la jerarquía eclesiástica, que debe entender que tiene la obligación de guiar a sus feligreses por el camino de la reconciliación, y antes que hacerle el juego a los que impulsan la polarización debe preocuparse por ayudar a construir una paz estable y duradera, que debe ser el verdadero resultado de un país que tanto ha sufrido y tiene en este momento la posibilidad de superar ese triste capítulo de su historia.
En esa búsqueda de la esperanza, que se vio en estos días, también deben pensar las decenas de aspirantes a la presidencia. La gente no quiere más conflictos ni enfrentamientos entre hermanos, lo que quiere es pensar en un futuro positivo. Ojalá esto lleve a muchos a reflexionar sobre lo dañino de estos enfrentamientos. Lo que necesitamos es que cada vez más, y más colombianos, pensemos en la necesidad de construir un futuro promisorio conscientes de que esto no va a ser fácil, pero que será mucho más factible si lo enfrentamos unidos.
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Fue algo muy importante
Son muchos los ángulos desde los cuales se puede mirar la reciente visita del Papa.
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Ricardo Villaveces P.
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