Con ocasión del evento 'Ciencia y Agricultura Tropical para el Siglo XXI', evento organizado con motivo de los setenta años de Cenicafé, tuve la oportunidad de departir con el doctor Kevin Gurney uno de los ganadores del Premio Nobel de la Paz de 2007, por sus trabajos sobre cambio climático.
Oír los planteamientos de alguien que ha dedicado su vida a modelar los posibles efectos del cambio climático sobre el planeta, suma elementos de admiración y de descubrimiento a sentimientos de miedo y angustia, por lo que se le puede venir al planeta de seguir la humanidad por el camino de desconocer los terribles impactos que el cambio climático puede traer sobre la Tierra.
Sin llegar a las situaciones apocalípticas que se pudieran derivar de las situaciones más pesimistas, resulta evidente que sería de sentido común preocuparse por los temas de adaptación que debería tener la humanidad y, muy en particular, las actividades y grupos humanos relacionados con el agro frente a las transformaciones que se prevén por cuenta de un fenómeno global como el del cambio climático.
Quedan en evidencia los retos que tiene por delante la humanidad en múltiples campos, entre los que la producción agropecuaria, y muy en particular la de alimentos juegan un papel fundamental.
Preocupa, entonces, los vacíos que se observan en la investigación no solo frente a lo que pueden ser los grandes cambios por venir, sino frente a los retos que tiene un sector agrícola obligado a generar resultados para lograr niveles de competitividad, que le permitan ni siquiera enfrentar los retos del cambio climático, sino los de corto plazo del mercado.
Por ello, es tan valioso el papel de los llamados 'Cenis' en este contexto. Cenicafé, Cenipalma y Cenicaña en particular, juegan un papel fundamental en sus respectivos sectores y muestran el camino a seguir para los distintos productos.
No es en mi caso una opinión imparcial la que tengo en estos temas, pero no es menos cierto con la perspectiva que dan más de dos años de haber dejado ese sector, la fortaleza evidente que para la industria azucarera representa contar con un centro de la calidad de Cenicaña.
El acertado manejo del centro, el haber logrado establecer de manera clara y sustentada sus prioridades, el haber contado con el apoyo de sus aportantes para la financiación y, sobre todo, los resultados tangibles de los procesos de investigación que son hoy parte de la cotidianidad del sector, indican que el camino ha sido el correcto y que se ha logrado encomendar este trabajo a personas no solo calificadas y comprometidas, sino bien enfocadas.
El ejemplo que dan entonces entidades como Cenicaña debería ser camino a seguir para muchos más sectores y productores, que podría estar anticipándose no solo a los retos de competitividad que se viven en el diario vivir, sino anticipándose a cambios mucho más profundos como son aquellos relacionados con el proceso de cambio climático, que será un reto por enfrentar ante la estupidez humana que ha dejado llegar las cosas al punto actual.
Un ejemplo a seguir
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Ricardo Villaveces P.
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