Por estos días que se conmemoran los 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial, la que fue llamada la Gran Guerra y uno de los conflictos más sangrientos de la historia, es bueno recordar que ese evento marcó, en gran medida, la historia del siglo XX, y sigue determinando mucho de la historia presente. El tema daría para mucho, y aquí solo vale la pena recordar cómo son de complejas las explicaciones de los conflictos.
Eran lo últimos estertores de los imperios, en particular el austrohúngaro, el turco otomano y el ruso, pero también el surgimiento de los movimientos nacionalistas en situaciones en los que algunos países se encontraban en plena etapa de formación, como ocurría con Italia y Alemania. Pero también eran las diferencias étnicas, religiosas y de lenguas que conformaban la Babel en los órganos de poder del imperio austrohúngaro. Simultáneamente, los movimientos nacionalistas y la eterna ebullición en los Balcanes, donde se gestaba el proyecto de la Gran Serbia, por solo mencionar algunas de las razones que explican esa guerra.
Si se mira el caso de la Guerra Civil Española, como otro ejemplo, resulta evidente que ese grave conflicto no fue un evento puramente local, sino parte del ajedrez mundial del poder. Para el nazismo, de una parte y el comunismo soviético, por la otra, España era un campo de experimentación tanto bélico como político. La legión Cóndor, por el lado de los nacionalistas, o las Brigadas Internacionales por el lado de los republicanos, fueron solo algunas de esas manifestaciones. En fin, todos los conflictos tienen en general causas muy profundas que los explican y dificultan su solución.
Por eso resulta tan difícil entender la permanencia de un conflicto tan prolongado como el colombiano. No hay diferencias étnicas, ni religiosas, ya no estamos en el escenario de la Guerra Fría, no hay diferencias territoriales y, en fin, nos sentimos todos colombianos. Es seguro que, como en la película Golpe de Estadio, cuando comience el Mundial de Brasil tanto en las filas de la subversión como en la de nuestro Ejército, el sentimiento será el mismo. Todos nos sentiremos colombianos ‘hasta el tuétano’, haciendo esfuerzos para que el equipo nacional triunfe ante sus adversarios.
¿No será hora, pues, de que Colombia deje atrás el lastre que la ha afectado por tantos años, y recordemos que no hay razones de fondo para prolongar el conflicto y, en cambio, sí hay muchas para trabajar unidos por un país mejor?
En estos momentos se requiere apoyar el proceso que viene registrando avances en La Habana, para que concluya bien antes que volverlo parte de un evento electoral. Hace algunos años que visitó a Colombia un irlandés que había participado en los acuerdos de paz de su país y dijo al fin de su visita: “el caso de Colombia es muy difícil de diagnosticar, ya que no he podido entender entre quién y quién es el conflicto, cuando todos pelean entre sí, mientras que todas las partes lo que tienen es muchas cosas en común”.
Ricardo Villaveces P.
Consultor privado
rvillavecesp@gmail.com