Terminan las festividades de fin de año y comienza de nuevo la actividad después de un interregno que se alarga cada vez mas y que, de manera análoga a lo que ocurre en otras latitudes en la época del verano se ha convertido en "la pausa que refresca" como decía un comercial hace algunos años.
Descanso importante para un país que tiene tantos retos por delante en el año que empieza. Como país de paradojas que es Colombia comienza el año con un bajo nivel de accidentalidad en las carreteras y en la Navidad y, en algunos casos, dando ejemplo de las maravillas que se pueden lograr, como ocurre con el IV Festival de Música Clásica de Cartagena que no sólo ha mantenido el nivel sino que, incluso, lo viene mejorando cada año.
¡Qué maravilla!, poder gozar de un evento tan especial, de tanta calidad y que se consolida día a día como un punto de referencia en el calendario cultural del continente. En un par de semanas el turno le corresponde a la literatura, y el Hay Festival se llevará a cabo en su quinta edición con escritores de primerísimo nivel.
En paralelo, el mundo político sigue sin poder celebrar sus propios festivales cuando el desasosiego continúa siendo la constante. Es incomprensible que a muy pocas semanas de elecciones la incertidumbre sea total. Ya se vio que el Presidente solucionó la "encrucijada de su alma" y que le ha trasladado a otros la responsabilidad de su futuro.
Hemos planteado muchas veces en esta columna nuestro convencimiento alrededor de la inconveniencia de esta nueva reelección. Sin embargo, no es menos cierto que en desarrollo de las reglas de la democracia esto debería ser posible si es lo que la mayoría quiere. El punto central, sin embargo, está en que debe hacerse dentro de las reglas y resulta muy preocupante que esto se quiera lograr atropellando lo que se ponga por delante.
No sorprende pero no deja de ser desconcertante que haya quienes están planteando la modificación del calendario electoral como la vía para lograr la reelección. Eso sería ya un verdadero despropósito.
De otra parte, el concepto del Procurador que ha dejado pensando a más de uno tiene como uno de sus elementos centrales un argumento que, si bien suena lógico, no deja de ser muy alarmante.
Decir que los aspectos de procedimiento y de forma son irrelevantes frente a la voluntad del pueblo es el germen de una infinidad de amenazas, pues convierte al manejo del Estado en una cuestión de mercadeo. Así la idea que se venda adecuadamente se puede poner en práctica no importa que digan la Constitución y las leyes, pues ellas están supeditadas a la voluntad del pueblo (¿será eso el estado de opinión?). Las constituciones son difíciles de modificar precisamente para evitar ese tipo de situaciones y para defender al ciudadano de los personalismos y las manipulaciones de la opinión.
Ojalá entonces, se reflexione sobre estos temas y no convirtamos al 2010 en un año del que en el futuro Colombia se tenga que arrepentir.
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