Consenso de Washington, Reagonomics, Thatcherismo y escuela de Chicago, entre otros, fueron términos que por años predominaron en las escuelas económicas y en entidades como el Fondo Monetario y entre economistas destacados de muchos países.
La denominada ortodoxia económica fue muy importante en el saneamiento de vicios que se habían venido enquistando en muchos países, como consecuencia del ejemplo que los defensores del estado de bienestar habían venido promulgando después de las penurias dejadas por la Segunda Guerra Mundial.
El mercado, como el gran asignador de recursos y la condena de cualquier cosa que pudiera parecerse a intervención, se consideró herejía. Todavía quedan discípulos de estas escuelas que ven con horror cualquier cosa que se aleje de lo que ellos creen es el libre mercado. Y digo “creen”, pues el alto nivel de concentración en la casi totalidad de los casos vuelve este concepto de libre mercado más teoría que realidad.
Sin duda esta corriente de pensamiento ha dejado cosas buenas. Se logró, en muchos países, reducir el gigantismo del Estado y frenar el poder desbordado de organizaciones que, como los sindicatos, se habían convertido en nuevas aristocracias de overol. No obstante, las cosas en la realidad han terminado siendo muy diferentes a lo que se buscaba en la teoría, y el nivel de concentración del ingreso es simplemente obsceno.
Hablar de que el 1 % de la población recibe lo mismo que el otro 99 %, como mencionaba algún estudio en estos días, es insostenible. No debería ser sorpresa, entonces, que en Grecia las elecciones las haya ganado Syriza con Tsipras o que en España el movimiento Podemos con Pablo Iglesias estén convirtiéndose en una verdadera alternativa de poder. Más llamativo aún es que en el discurso del Estado de la Unión de la semana pasada Obama esté planteando que ha llegado el tiempo para economía de la clase media ( ‘Middle Class Economics’) y proponga una serie de planteamientos que, al fin y al cabo, suponen una fuerte intervención estatal y un cambio grande frente a épocas anteriores.
No quiere decir esto, en modo alguno, que se deban sacrificar avances tan importantes como los logrados en Colombia con la autonomía del Banco de la República o la Regla Fiscal, pero sí que se debe aceptar ese concepto de ‘mercado’, hasta donde sea posible y ‘Estado’ hasta donde sea necesario, que promulgan los defensores de la ‘Tercera Vía’ para evitar más inequidad y darle sostenibilidad a las sociedades.
Es necesario que la clase media crezca y que se apoye con medidas estatales a los grupos más vulnerables.
Los apoyos, de otra parte, no deben centrarse en los subsidios tradicionales, que pueden tener justificación en momentos puntuales, pero que dan lugar a tantas distorsiones cuando se generalizan y deben, por el contrario, enfocarse en la provisión de bienes públicos.
Aceptando que estamos en un sistema de gobierno y oposición, se requiere la construcción de consensos para tomar decisiones de Estado y, en todo ello, el futuro de las próximas elecciones locales será determinante para lograr esos consensos.
Ricardo Villaveces P.
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