En 1972, se publicó el informe ‘Los límites del crecimiento’ por parte del llamado Club de Roma, que puso de presente las amenazas del planeta por cuenta de la superpoblación y el agotamiento de los recursos naturales.
Arrogantes como siempre hemos sido los humanos, poco a poco fuimos olvidando estos pronósticos y se fue confiando más y más en las posibilidades del hombre para superar las amenazas por cuenta, fundamentalmente, de la tecnología. Las tesis de Malthus, tan de boga por esos días, se consideraron exageradas y se pensó que eran solo exageraciones de algunos académicos.
Pues bien, recientemente una publicación tan reconocida como la revista Science, vuelva a alertarnos sobre los riesgos de la superpoblación e indica que el planeta tendría alrededor de 12.000 millones de personas hacia el año 2100. Si a esto se le suma el desastre ambiental que el hombre ha venido ocasionando y la incapacidad de los gobiernos para acordar acciones colectivas que corrijan los errores, el panorama resulta desolador.
Simultáneamente, no deja de ser llamativo lo que está pasando con el ébola en los tiempos recientes. El mundo entero, con el apoyo de los medios de comunicación, a lo largo y ancho del planeta hablan de los riesgos del virus y se observa todo tipo de reacciones. Desde el escepticismo de pensar que ‘eso le pasa a los demás’, hasta la histeria de creer que los riesgos son altísimos.
Habrá que ver qué hay de cierto y qué de exageración en estas posiciones, pero lo que no deja de llamar la atención es si esta enfermedad tiene el potencial de convertirse en una verdadera pandemia que contribuya a la autorregulación que siempre se ha observado para evitar esas amenazas de la superpoblación.
Ese tipo de consideraciones no dejan de despertar escepticismo y suenan mucho a ciencia ficción, pero no es menos cierto que la historia muestra claros ejemplos de lo que son los mecanismos de autorregulación. Por estos días, que se conmemora el primer centenario de la Primera Guerra Mundial –Gran Guerra–, es interesante leer sobre lo que se vivió por ese entonces.
Sin duda, fue una de las conflagraciones más sangrientas de la historia y se estima que más de treinta millones de personas murieron en el conflicto. Lo que poco se recuerda es que por esos mismos tiempos, 1918 más exactamente, surgió una pandemia que se denominó la Gripa Española, que dejó entre 50 y 100 millones de muertos. Más víctimas que el conflicto.
Se trató de una epidemia, que atacó sin discriminación de nacionalidad, edad, raza o creencias y que resultó verdaderamente devastadora. La llaman española porque al ser España un país que no estaba en el conflicto, ofreció más atención que otros países a lo que ocurría, pero el fenómeno fue global.
Surge, entonces, la pregunta: ¿no será el ébola una manifestación de esos mecanismos que ha tenido la raza humana para evitar los problemas de su crecimiento que, ayudados por los múltiples conflictos, permitan a las próximas generaciones un futuro menos incierto?
Ricardo Villaveces P.
Consultor privado
ricavip@gmail.com