Según la literatura económica, la agricultura apoya el desarrollo económico al estimular la producción de alimentos y las exportaciones; al enfrentar el reto de la seguridad alimentaria y ayudar a resolver los problemas de nutrición, mejorando la salud y elevando la longevidad; al reducir la pobreza y la vulnerabilidad en las áreas rurales; al apoyar la protección ambiental, y al promover el desarrollo territorial enfrentando con decisión los desafíos de eliminar las grandes disparidades en ingresos entre áreas urbanas y rurales.
Su contribución al crecimiento económico se logra con el concurso de tres procesos: el aumento de la producción y productividad; el desplazamiento hacia rubros más rentables, y el acceso a los mercados más dinámicos, especialmente externos. Si bien estos avances han sido significativos en América Latina, se registran grandes diferencias entre países. Al comparar a Colombia frente a la región entre 1990 y el 2010, se encuentra, según información de la Cepal y la FAO, que el sector agropecuario nacional ha estado rezagado en su función de estimular la producción, frente a países como Argentina, Brasil, Chile y Perú.
Como lo indicó un en reciente artículo el Ministro de Agricultura saliente, no obstante el mejoramiento registrado en los dos últimos años de la administración Santos, cuando alcanzó el 2,5%, la tasa de crecimiento del sector ha sido muy reducida. Esta fue negativa o cercana a cero entre el 2008 y el 2010.
Lo fundamental es identificar las causas de este notorio rezago y adelantar los correctivos requeridos. Sin duda, a este han contribuido la política macroeconómica y la sectorial, y la situación de inseguridad en el campo. En el ámbito macro, quizás el principal desincentivo ha sido la tasa de cambio, pues la apreciación en Colombia, como en Brasil, ha sido muy significativa. No obstante, en Brasil esta se ha compensado con la política sectorial, principalmente la relacionada con los avances en la investigación, el cambio tecnológico y la productividad. También se ha verificado que los países que han seguido una política comercial de mayor apertura, caso que no es el colombiano, han obtenido mayores índices de aumento en la producción.
La realidad es que nuestro sector agropecuario también ha mostrado un comportamiento dispar en el logro de sus otras metas fundamentales. Esto se evidencia cuando se comparan internacionalmente los avances en la reducción de la pobreza rural en los diversos países de Latinoamérica. La dinámica desfavorable del país se observa en el cumplimiento de las metas de seguridad alimentaria. Por su parte, la agricultura en Colombia, al igual que la del resto de la región, parece no haber contribuido debidamente a la protección de los recursos naturales. El único objetivo en el cual nuestro país ha cumplido una mejor tarea es en la reducción de las disparidades regionales.
En fin, los problemas de la agricultura colombiana son estructurales. Se requiere reforzar las políticas sectoriales y macroeconómicas. Adicionalmente, se espera que la puesta en marcha de la ley de restitución de tierras y la consolidación del proceso de paz contribuyan a cumplir más cabalmente las metas de reducción de la pobreza y seguridad alimentaria. El próximo debate de Fedesarrollo sobre ‘El desarrollo de la agricultura’ será la ocasión propicia para analizar esos temas.
Roberto Junguito
Presidente de Fasecolda