Es temprano para sopesar todas las consecuencias de la jornada electoral última. Faltan las encuestas de la semana próxima. Esa será la señal para las desbandadas. Presagios que quizá autogenerarán resultados. Mientras tanto, ¡quieto en primera!, como dicen en el argot del béisbol. Es el momento de las maniobras políticas. Los del olfato fino, empero, ya saben para dónde van y lo susurran.
La pausa aconsejable surge de considerar por aparte la elección del Congreso y las consultas. No que las dos cosas estén desligadas, pero amontonarlas desvía la atención. Es evidente que haberlas celebrado solamente en los extremos del espectro político algo influyó sobre los resultados parlamentarios, sin que ningún partido pueda sacar pecho, sin embargo, por la menor abstención (5 por ciento menos que el promedio de las elecciones desde el 2006). A eso sí contribuyeron las consultas.
Los partidos que aplazaron la escogencia de candidato a la presidencia, ‘la U’ y el Conservador, recibieron severos castigos. ‘La U’ perdió siete senadores y doce representantes, o sea, 33 por ciento de sus curules, y el conservatismo tres senadores y seis cámaras, esto es el 20 por ciento. Integrantes de ambos se inclinan ahora por la estampida. Aún no aparecen las renuncias de los directores Irragorri y Andrade. En Colombia, democracia inmadura, se es lento en asumir responsabilidades.
El liberalismo es caso aparte. Le fue mal, pero no tanto. Disminuyó en dos senadores y cuatro representantes, o sea, 11 por ciento de su caudal. Su problema es que se quedó sin la opción de coaliciones, a menos que sean alrededor del, ese sí, decente Humberto de la Calle. Si renuncia, los 40.000 millones que alocadamente costó su propia consulta serían responsabilidad del partido. La Contraloría se frota las manos expectante. Al expresidente Gaviria ya le pidieron la renuncia. Sus huestes parlamentarias no concurrieron a la cena que organizó. Cristo resuella.
Los grandes vencedores en las justas para el Congreso fueron Cambio Radical que, con una colección de candidatos ni peor ni mejor que la del resto de los integrantes de la alianza alrededor del presidente Santos, aumentó siete senadores y catorce representantes; un salto enorme del 84 por ciento. Y, de manera similar, el Centro Democrático conservó sus senadores, con aséptica rotación, y tiene, gracias a sus listas con voto preferencial, 20 representantes en la Cámara adicionales, un apreciable 167 por ciento más en ese cuerpo.
A este elenco de triunfadores hay que añadir la Alianza Verde que, liderada por el sabio Mockus, dobló sus senadores (de cinco a diez) e incrementó en tres sus representantes, o sea, creció un notable 73 por ciento. Cuatro senadores adalides de la decencia irrumpieron en escena, colgados, ellos sí, de la consulta. El Polo, por su parte, conservó senadores, pero perdió cámara. Total, las consultas (excepto la de Petro) poco influyeron en la composición del Congreso. Las 20 cámaras del Centro Democrático pudieron quizá beneficiarse, pero es más factible atribuírselas a Uribe y su estrategia de listas con voto preferente, que mucho estimuló a la militancia.
Petro se contó. Esa en una consecuencia de su consulta. Como lo es también que casi el doble votaron en su contra en la otra consulta. Don Sancho, el héroe de Cartagena en 1697 y apenas lejano testigo de un sangriento cambio de rey en el que nada influyó, se pregunta: ¿le alcanzará a Germán Vargas su indiscutible victoria para derrotar a Petro en la primera vuelta? Ambos llevan a cuestas un gran rechazo. Lo de Iván Duque, en cambio, es pan comido hasta junio 17, si lo hay.