La juventud se impone y la inversión acertada y oportuna, también. Acaba de suceder en la Serie Mundial de Béisbol, que lleva 112 ediciones desde 1903. El juego moviliza en Estados Unidos docenas de millones de fanáticos en siete meses de temporada. Otros deportes brillan, pero ninguno lo supera en número de espectadores. Por lo mismo, nadie rebasa los salarios de los jugadores de béisbol de Grandes Ligas. Como son longevos y duran hasta 20 años activos, sus contratos, cuando ya están consagrados, alcanzan sumas fabulosas. El enorme jonronero latino de 27 años Carlos Stanton, de los Marlins de Miami, recibirá US$295 millones en los próximos 10 años, llueve, truene o relampaguee.
Este año se impusieron en la Serie Mundial los advenedizos Astros de Houston, de la Liga Americana –que han participado en solo dos series– sobre los veteranísimos Dodgers de Los Ángeles, de la Liga Nacional, en la Gran Carpa desde el inicio y curtidos en 19 series. En el papel, el favoritismo era para los Dodgers, que habían ganado 104 de 162 juegos durante la temporada (ganar 100 es ya una proeza) y tenían la ventaja de jugar en casa el encuentro final si, como sucedió, la serie se prolongaba a siete juegos. Favoritismo, sí, pero no tanto como cuando era suicida apostar contra los Yankees, que de 1927 a 1962 ganaron 19 de 23 series mundiales.
Los Astros, en su maravilloso estadio de techo retráctil y aire acondicionado para 44.000 personas, eran un enemigo de cuidado. Habían ganado 101 juegos durante la temporada. Habían conectado más jonrones que nadie y se habían ponchado menos que nadie. Asustaba, sin embargo, comparar el valor de la nómina anual de cada equipo: la de los Dodgers, US$265 millones, y la de los Astros, US$150. Esta brecha es engañosa. Las Grandes Ligas se han ideado un esquema para nivelar cargas: el impuesto al lujo. En el 2017, los equipos que superaron US$195 millones en salarios anuales pagaron multas (50% para distribuir entre los equipos sin multa, y 50% a un fondo de beneficios para jugadores). Se desestimulan los excesos.
Pero hay algo más. Al reclutamiento de prospectos se aplica una fórmula niveladora. Los equipos coleros tienen prioridad al escoger. Así, se da la oportunidad a los más débiles, con menor músculo de taquilla, para competir con grandes plazas como Nueva York o Los Ángeles. Houston tuvo temporadas horrendas entre 2011 y 2013, y pudo seleccionar mejor. Esos peloteros jóvenes se hacen en las ligas menores de cada equipo y cuando ascienden siguen jugando con salarios modestos por varios años, por buenos que sean. Favoreció a Houston. Muchas de sus estrellas tienen menos de 25 años, como el extraordinario portorriqueño Carlos Correa de 23, que le pidió la mano a su novia el día de la victoria, allí en el estadio, con 55.000 testigos.
Los Astros se hicieron, además, a un arma letal. Segundos antes de que se cerrara el periodo de compras y canjes, el 31 de agosto, adquirieron al lanzador estrella Justin Verlander, que vale US$28 millones al año. Contra los Yankees, en la serie por el título de Liga Americana, y contra Los Dodgers en la Serie Mundial, Verlader estuvo espectacular. Los Dodgers también creyeron adquirir un seguro con el pitcher iraní-japonés, Yu Darvich, brillante, pero con pasado reciente de lesiones. Abrió dos juegos en la Serie y lo volaron a palo enseguida, dejándolos perdidos. Como dice don Sancho Jimeno, el héroe de Cartagena en 1697, todo es cuestión de retorno sobre la inversión.