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Rodolfo Segovia S.
columnista

Una zancada a la izquierda

Hay que ser muy obcecado para desconocer que el presidente en ciernes, Iván Duque, es la mesura por temperamento y convicción.

Rodolfo Segovia S.
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Rodolfo Segovia S.

¿Giro a la izquierda en Colombia? Las Farc no dejaban. Hubo buenas intenciones y hasta avances para desbloquear costumbres y suavizar actitudes en lo social, pero la sombra de las Farc estrechaba márgenes. Cualquier propósito político que cruzara el centro equivalía, mientras las Farc atormentaban a los colombianos, a traición a la patria.

El especial dividendo de la dejación de las armas por las Farc ha sido la apertura política, incipiente todavía, pero esperanzadora. Ya desde antes de las conversaciones en La Habana, indignados señalaban las miasmas de la corrupción, pero la ideología era apenas un ruido sordo, sin calado en la opinión de una Colombia conservadora e impermeable a discursos marxisantes. Es liberador para muchos poder ser de izquierda sin ser percibido como cómplice de desquiciados. Auroras de cambio, sanas para la democracia colombiana.

Cuando las compuertas han estado cerradas mucho tiempo con solo breves amagos de apertura, como en Colombia durante todo el siglo 20, y hasta hoy, el péndulo tiende a extremar su recorrido. Las urnas acaban de dar testimonio de la amplitud de onda. La tarea para los cuatro años próximos es encausar el péndulo hacia el centro, preferiblemente hacia el centro izquierda, para que la alternancia moderada prevalezca. El país lo está pidiendo gritos, pero no sabe cómo llegar.

Don Sancho nunca supo dónde quedaba el centro. En 1697; cuando defendió a Cartagena con valentía, el centro olía a gases sulfurados. Detrás se escondía Satanás y se asomaba la Inquisición. Todavía hay hoy quienes creen reconocer las puntudas orejas.
Queda camino por recorrer, pero Colombia se ha liberado en el último medio siglo de un engorroso fardo de prejuicios. Ahora no falta sino un pasito, preferiblemente de economía, para acabar de destrabar ataduras impuestas por el andar macabro de la Farc.

La primera tarea es contener los extremos. Nada fácil. Se han apoderado del discurso. Lograron caricaturizar a Iván Duque como la caverna y Gustavo Petro como Lenín redivivo durante la campaña electoral. Ese lastre hay que soltarlo a fuerza de indiferencia, aunque pretendan a punta de crispación dejarlo ahí en la cetina. El país casi todo prefiere el centro. Si las redes sociales y las fake news no lo acorralan, se hará oír. Hay que ayudarlo.

Una acotación: qué nadie se llame a engaños pensado que don Sancho prefiere matices de izquierda. No. Pero una cosa son las preferencias y otra lo que ecuánimemente cree le conviene a Colombia. Por breve tiempo, claro está. Ahora, en especial ahora, abrir el compás es saludable. El camino puede parecer tapizado de cadillos y trabado por egos y estridencias verbales, pero es franqueable.

Descargar en el relleno sanitario de Doña Juana a Álvaro Uribe es la distracción del día. Pero antes y a sabiendas, el expresidente le hizo otro favor a Colombia: pacientemente montó al país en la moderación, enjaulando, de paso, unas cuantas fieras amigas. Hay que ser muy obcecado, como Petro jugando a los retozos democráticos en la calle desde el partidor, para desconocer que el presidente en ciernes, Iván Duque, es la mesura por temperamento y convicción. Su cordura es la pista para la zancada de la izquierda moderada... por allá, quizá, en el 2022.

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