La juiciosa tarea de dotar al país de carreteras decentes se abre paso. Colombia entera confía en que no se descache a la hora de cierres financieros. Y más vale.
En el 2015-16 se va a depender macroeconómicamente del buen avance de las obras. Será el estímulo de la demanda interna, antídoto para la contracción del PIB, al desertar las exportaciones de energía y la inversión extranjera directa. El aplauso va, empero, con observaciones. El primer gran plan de carreteras de Colombia, por allá en 1951, muy debatido y arbitrado por “una comisión apolítica, formada por ciudadanos sobresalientes”, nació para recoger un país descuadernado. Dos troncales (occidental y oriental) con algunas transversales unieron las 14 capitales departamentales y un rosario de pueblos (todos los que se pudo). Buen logro; se integró la geografía.
El peligro es quedarse en lo mismo.
En ese entonces se pavimentó el Camino Real, a cuya vera residía la mayor parte de la población. Y si no se usaron más las vegas de los ríos fue quizá porque entonces eran palúdicas. Pero a nadie pensante podría ocurrírsele hoy pasar por San Gil para ir de Bogotá a Bucaramanga, o por Pamplona para viajar de Bucaramanga a Cúcuta, o por Yarumal para hacer el tránsito entre La Costa y Medellín.
Esos trazados para comunicar grandes centros poblados han significado tener que trepar a horrores carreteros en Pescadero, el páramo de Berlín y Ventanas respectivamente. Lo aconsejable es Bogotá-Bucaramanga por el río Suárez y el Sogamoso, Bucaramanga-Cúcuta por el río Suratá y el Alto del Escorial (1.000 metros de altura menos que por Berlín) y la Costa Caribe con Medellín, el Eje Cafetero y el Suroccidente por el cañón del Cauca. Lo cierto es que la política, a pesar de “ciudadanos sobresalientes”, pudo entonces a veces más que la sensatez.
Algunos de los errores se están repitiendo, con mala asignación de billones de pesos. La carretera con rango de troncal occidental Caucasia-Zaragoza-Remedios-Alto del Nus es uno de ellos. Por unir pueblos, se ha aumentado el recorrido del Caribe al Pacífico en cientos de kilómetros y con ascensos innecesarios. Hay también ejemplos de priorización ajena a volúmenes de tráfico y, apegados al afán de enlazar suntuariamente municipios lejanos, como la llamada autopista oriental de Cundinamarca o el tramo Santa Fe de Antioquia-Urabá. Se enterrarán billones, por ahora inoficiosos, en largos túneles y viaductos. La plata hay que dosificarla para ser competitivos. Se está dando, por otra parte, la tendencia a utilizar corredores en uso aunque no siempre sean óptimos. Debe ser el miedo a las comunidades y a las licencias ambientales, pero mejor dotarse de instrumentos y ser valientes, como en 1697 don Sancho Jimeno en Bocachica.
Son grandes de todas maneras los aciertos. Liberar la comunicación de Bogotá con la Costa y el nororiente de Colombia del actual paso por Honda es uno, como lo es hacer una gran vía de Girardot a Honda por el Magdalena para evitar la subida a Bogotá de la mitad de Colombia en su tránsito hacia el sur del país. Acierto también es el túnel de la Línea, tan atolondradamente contratado, la rectificación de la troncal occidental en Risaralda y Antioquia y los túneles para acceder a Medellín desde el río Cauca, sin escalar por el lomo de la cordillera desde La Pintada.
El enamoramiento con el automóvil hace democracias, a pesar de que algunos se empeñan en considerarlo una bestia del Apocalipsis. Darle vías es tarea benemérita, dárselas bien trazadas y sin interferencia egoístas es hacer patria.
Rodolfo Segovia
Exministro -Historiador
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