Don Sancho Jimeno era aficionado a las historias bíblicas. La violación pirática de Cartagena en 1697, lo puso a pensar en el mené, mené, tekel, fares que apareció por mano incorpórea en la blanca pared del salón de banquetes del infame rey de Babilonia, Belsasar, en el 539 AC. “Medido, medido, sopesado y dividido”, interpretó ominosamente el profeta Daniel, mientras la gran ciudad considerada inexpugnable caía en manos de los persas de Ciro. Desde entonces, ha sido sinónimo de desgracias previsibles y difíciles de evitar.
Se ha sacado pecho, y con razón, por el extraordinario desempeño de la economía colombiana en lo que va del año. Aún con la paz, es, sin embargo, improbable que la fiesta se prolongue. Todo comienza con la imprevisión fiscal. El afán por tapar el hueco en las finanzas del Estado ha copado los titulares, mientras poco se ha dicho sobre el despilfarro previo que ha dejado al Gobierno sin margen de maniobra, ahora que se tuerce la cabuya. La minibonanza de petróleo y minerales se evaporó en un conjurar de protestas a billete limpio (sin política de largo plazo) y en reelecciones enmermeladas. El modelo fue la cigarra, no la hormiga. A sufrirla.
Los motores del alto crecimiento reciente han sido la demanda interna y la formación de capital (un sobresaliente 30 por ciento del PIB). No es de esperarse continuidad. Ya disminuye el apalancamiento financiero de los hogares (aunque el nivel de confianza en la economía se sostiene por el momento), preludio de contracción en la demanda.
Perjudicará el empleo. Por otra parte, la inversión externa directa, importante causa de la alta formación de capital, cojea sobre todo por el lado de la inversión en hidrocarburos. También, el jalonamiento de las compras del sector público, robusto por la euforia electoral y bien por encima de los promedios históricos como porcentaje del PIB, necesariamente caerá por los apremios fiscales.
Al mismo tiempo, las exportaciones van en picada, y si bien el fortalecimiento del dólar (15 por ciento en los últimos meses) podría restablecer algo la dinámica, el colapso de los precios del carbón y del petróleo, y su menor producción, preocupan. El entorno externo es en general adverso. Con excepción de Estados Unidos, todos los socios comerciales, China incluida, se desaceleran. Y la propia recuperación gringa trae su veneno: el costo de la deuda por la subida eventual de los intereses y la disminución de liquidez porque la FED suspende la compra de papeles (QE3).
Del lado positivo, los precios de café reaccionan (aunque su aporte ya no llega al 5 por ciento del comercio exterior) en momentos en que su producción se recupera. Habrá que ver si en la opulencia los cafeteros devolverán los subsidios que extrajeron con violencia hace no mucho, ahora que el fisco lo necesita. También en el haber está el empuje de las obras civiles (17,5 por ciento del PIB), en especial las grandes obras de infraestructura (si no las empantanan licencias ambientales, comunidades e inseguridad) cuya dinámica es irreversible. No alcanzan para compensar.
El equilibrio general de la economía va atravesar etapas críticas que exigen la aplicación de todos los instrumentos de política económica, sin andar por ahí prometiendo casa, carro y beca. No es solo el déficit fiscal lo que está en juego. Soplan, por ejemplo, vientos desapacibles por el lado del faltante en la cuenta corriente, sin contrapeso, dado el casi seguro declive de la inversión extranjera. Es hora de ir bajándose controladamente de la nube.
Rodolfo Segovia
Exministro – Historiador
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