Todos los colombianos claman por un país más próspero, equitativo y con igualdad de oportunidades para toda la población. ¿Quién no querría vivir en un país sin corrupción, con educación de calidad y pertinente, con niños bien alimentados y cuidados, excelente acceso a salud, empleos bien remunerados, y en el que se pueda transitar libremente sin temor a perder la vida?
No obstante, el camino hacia la prosperidad no es sencillo ni fácil, y está lleno de decisiones complejas y costosas, en términos políticos. Va más allá de las promesas de campaña e implica construir un plan concreto de país, consistente y articulado, con metas definidas y medibles, que permita a los colombianos visualizar esa Colombia más próspera y conocer la estrategia para lograrlo. Un plan que se adapte con el paso del tiempo, que reconozca los avances anteriores y que trascienda los cuatro años de cualquier administración.
Un plan así, conocido y aceptado por la población, evitaría caer en el populismo y promesas vacías que terminan desilusionando hasta al más optimista. De hecho, mucho de lo que en las campañas se hace ver como buenas prácticas en favor de los más necesitados, no lo es tanto, y en vez de beneficiar a la población objetivo, termina afectándola. Bien harían los candidatos en ser francos en lo que realmente son capaces de lograr durante su periodo de gobierno y lo que requiere, necesariamente, de más años para materializarse.
Un buen ejemplo de lo esto es el debate que se está dando alrededor de la educación. Todos los programas de gobierno de los candidatos la señalan como uno de los temas más preponderantes en su eventual gobierno, sino el que más. No obstante, la mayoría de sus propuestas son desproporcionadas.
Proponen presupuestos que crecen por encima de la economía para la educación en todos sus niveles, una nueva política docente que contiene más beneficios salariales y no salariales, la duplicación de tasas de cobertura y el aumento de recursos para financiar el acceso universal a educación superior, entre otros, que en cuatro años son imposibles de cumplir.
Además, desconocen, en la mayoría de los casos, que ya se está avanzando en estos temas y que más que reinventar la rueda, se necesita dar continuidad a las estrategias existentes, realizando ajustes donde sea necesario hacerlo. Por ejemplo, Colombia se planteó ser el país más educado de América Latina para el 2025, y en línea con este objetivo se diseñaron estrategias, programas, planes y se invirtieron recursos, logrando avances significativos en algunos casos. Entre lo que ya se viene trabajando se incluye el mejoramiento de la política docente, aumento de la cobertura en todos sus niveles, modernización de la educación media, mejoramiento de la calidad y pertinencia de la educación, sostenibilidad del sistema de financiamiento a las universidades públicas y la implementación del sistema nacional de educación terciaria.
Todos los candidatos quieren una Colombia más prospera y con mayores niveles de bienestar. Esto requiere, además de buenas intenciones, trascender de una visión de gobierno, que tiende a ser personalista, y consolidar una de Estado, que incorpore lo que ya se ha hecho, que priorice lo que puede hacer en cuatro años y que deje señalado el camino para siguientes administraciones. Esto es lo que verdaderamente puede hacer que Colombia se convierta en el país con el que todos soñamos.