En Colombia han tenido lugar cambios estructurales que no fueron favorables a un aumento general de la productividad laboral. Estos consistieron en que la participación del industrial en el empleo disminuyó, como lo hizo la del sector agropecuario, al tiempo que aumentó vigorosamente la del sector servicios.
En parte, estos cambios fueron en la dirección correcta porque el sector servicios (transporte, sector financiero, comunicaciones y Gobierno) tiene mayor rendimiento que la del sector agropecuario pero, como disminuyó la participación en el empleo del sector industrial, cuya productividad es mucho mayor que la de servicios, la productividad laboral promedio tuvo un aumento muy bajo durante el 1990 y el 2007.
Lo ideal hubiera sido que aumentara la participación del sector industrial en el empleo en relación con el resto de la economía y que el peso del agropecuario en el empleo hubiera caído a medida que se modernizara. Pero este último se ha estancado, sin mejorar su productividad laboral y ha perdido peso en la economía y en el empleo.
El sector más dinámico no ha sido el industrial, sino el de servicios, que absorbe una mayor proporción de la mano de obra. Hacia adelante sigue siendo necesario que crezca aceleradamente el sector industrial, que aumente la eficiencia del resto de la economía y que mejore la productividad del sector servicios para que libere mano de obra que se emplee más productivamente.
Para alcanzar esos resultados, en los sectores industrial y agropecuario es necesario mejorar la producción e inducir mayor cambio técnico (este se ha dado en el sector industrial, pero no en el agropecuario). Dichos cambios tienen mucho que ver con el grado de apertura de la economía y con la composición de las exportaciones.
Si la industria o la agricultura estan muy protegidas, y los empresarios producen para el mercado interno a precios que no son competitivos, su crecimiento estará limitado por el tamaño de ese mercado. Tendrían que orientarse hacia el mercado externo y no tienen estímulo para hacerlo.
En el sector agropecuario ha hecho falta, mayor inversión pública y privada, menores subsidios, investigación, infraestructura y extensión agropecuaria, más seguridad y cambiar radicalmente las políticas. Para aumentar la productividad del sector servicios se debe mejorar la calidad y efectividad del Gobierno y, como parte esencial de ese esfuerzo, hay que combatir la corrupción, que también afecta al sector privado, y la incompetencia, que es generalmente más notoria en el sector público.
En el diario La República informó el miércoles pasado que ha caído la competitividad de Colombia, según la metodología del Institute for Management Development en Suiza, y que una de las razones por las cuales ocupa un lugar al final de la cola de 59 países es el mal Gobierno. Esto se debe en parte a que el Gobierno obstaculiza sin ser productivo. Le extrae recursos y energía al sector privado, y los despilfarra en malos proyectos, o los pasa a los bolsillos de sanguijuelas políticas, de contratistas venales o de empleados holgazanes, como ha venido sucediendo con frecuencia e intensidad.
El efecto de esto sobre la competitividad y el crecimiento es muy negativo y el que tiene sobre la moral pública y la confianza de la gente en las instituciones ha sido demoledor.