Soy de la opinión de que el antisemitismo deriva del trato que diferentes sociedades le dan a aquel que ‘no es como nosotros’. La diversidad agrega algo único a la herencia colectiva de la humanidad. Un mundo sin judíos, sin duda, no tiene cabida para ninguna minoría. Un mundo incapaz de aceptar diversidad y tolerancia a las diferencias no tiene espacio para la misma humanidad. El antisemitismo social hizo mutación hacia el antisionismo. Asumir que todos los judíos son sionistas los convierte –ante los ojos del antisemita– en un blanco legítimo de violencia destructiva.
Tras la creación del Estado de Israel, las Fuerzas Armadas de este país están pendientes las 24 horas del día de la seguridad de sus ciudadanos. Dado que está rodeado de pueblos que no aceptan la existencia misma de un Estado judío y han demostrado que harán cualquier cosa para tratar de que este desaparezca (aun aceptando que esto puede causar la autodestrucción de sus propios ciudadanos), es evidente el nivel de tensión que se vive allí diariamente. No por eso son menos lamentables hechos como el de la semana pasada, en el que perecieron 17 palestinos en un incidente en la Franja de Gaza que, además, dejó cientos de heridos. Estos hechos, evidentemente todos quisiéramos que dejaran de ocurrir, son la triste consecuencia de una guerra civil entre dos pueblos hermanos. Todos los lamentamos y quisiéramos que ojalá no se repitieran. Sin embargo, para que esto no vuelva a ocurrir se requiere que el liderazgo palestino, que ha usado a mujeres, niños e inválidos como herramientas de terror y ha hecho que prevalezca una cultura, ya enraizada hace decenas de años, que justifica un mal llamado ‘martirologio’, acepte la convivencia pacífica entre los dos pueblos. Si sigue el sacrificio de gente inocente, utilizada para crear situaciones de conflicto, que revierten necesariamente en hechos como los mencionados (que se han repetido periódicamente a lo largo de los años), no hay posibilidad de que este proceso se logre apaciguar.
Dicho lo anterior, resulta particularmente hiriente el trino del candidato Petro, la semana pasada. Esto nos hace meditar sobre qué tan real es el arrepentimiento que dice tener sobre su pasado como guerrillero. La propuesta de destruir totalmente, de manera deliberada y sistemática, a un pueblo, como lo hicieron los nazis, fue un hecho que significó perpetrar un crimen contra todo lo que representa y entendemos como humano. Comparar esto con las consecuencias de un ataque en una guerra civil demuestra, por parte de él, una incapacidad de raciocinio ético que debe preocupar a sus seguidores.
El hecho de que él jamás haya salido a reseñar otros eventos que han tenido como consecuencia la terminación de la presencia milenaria y continua de cristianos en territorios que los albergaron por siglos, pone en evidencia la capacidad de selección que tiene su memoria.
Es evidente que la diversidad no está incluida en el discurso político de Petro. También es obvio que no es consciente de que el odio que comienza contra los judíos nunca concluye con los judíos.
El odio no es un sentimiento que sea compatible con la paz.